Escrito por: Ron Walters

 

Se llama “la ley de la primera mención”. Es lo que significa enero en el calendario. Es la “A” del alfabeto. Es la semilla germinante desde la cual crece la doctrina de la Biblia. Desde su primer uso, una palabra particular nos lleva a un bosque verbal de giros, curvas y sorpresas. Por ejemplo, aunque Adán y Eva fueron los primeros pecadores, la palabra “pecado” se lee por primera vez relacionada con el asesinato de Caín de su hermano Abel. La palabra “Amor” se nombra por primera ocasión luego de la creación cuando Dios habló a Abraham acerca de sacrificar a Isaac. La palabra “salvación” se dirige por primera vez a la tribu de Dan que popularizó la idolatría. La palabra “perdón” se usa por primera vez en una mentira. El primer uso de la “gracia” es luego de 65 usos de “culpa”.  El primer “hombre justo” precede al “hombre maldito” por cientos de años. Dios usó las palabras “orar”, “humillarse” y “servir”: Mientras que los hombres crearon “odio”, “rabia” y “robar”. La Biblia está llena de comienzos.

 

Aún puedo recordar la primera vez que le dije a Susan que la amaba. No fue la confesión mas elegante. Estaba muy nervioso. La oración contenía las palabras “zoológico”, “beso”, “puente” y “pies”. También recuerdo la primera vez que dijo que me amaba. Fue una sinfonía. Hasta el día de hoy nunca me canso de escucharla.

 

Nunca olvidaré la primera vez que di una predicación a una persona sobre Cristo. Era un niño ansioso del campamento. Él quería orar, pero yo tenía 200 puntos más por cubrir. Estaba colgado. Pero en vez de apoyarme en él, lo arrastré conmigo.

 

Todavía tengo las notas de mi primer sermón. Fue un completo desastre. Lo titule “PABLO VA A LA CÁRCEL Y NO RECOGE $200” fueron los 14 minutos más largos de mi vida. Estoy seguro que mi audiencia estaba tan mal como yo. Aunque me han enseñado ese pasaje muchas veces desde entonces, nunca más use esas notas o enfoque de nuevo. Afortunadamente, el ministerio también está lleno de nuevos comienzos.

 

Nunca he hecho resoluciones de Año Nuevo. Oh, seguro que me he establecido metas seguras y profesionales. Pero, típicamente y según cada año nuevo que viene, me monto a bordo, zarpó al horizonte, me aferro al timón y fijo mi vista al horizonte. Cada año nuevo trae aguas inexploradas y daños inesperados, pero es un buen viaje.

 

No me malentiendan. Me maravillo por el año nuevo. Las decisiones y retos. Los éxitos y los fracasos. Pero algunas cosas no me molestan. Como las revistas en las tiendas que predicen los titulares de año nuevo, “Elvis está vivo” o “Telescopio Hubble descubre a un alienígena con dos cabezas”. Y mi favorita “Frankenstein es tan real como el éxito del primer trasplante cerebral”.

 

Tengo que cambiar de tiendas.

 

Pero el mejor comienzo de todo fue cuando David oró mientras comenzó el año nuevo. “Te exaltaré mi Dios, oh Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Todos los días te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera; y su grandeza es inescrutable. Una generación alabará tus obras a otra generación, y anunciará tus hechos poderosos. En el glorioso esplendor de tu majestad, y en tus maravillosas obras meditaré”.

 

Ahora, eso sí suena como un gran año nuevo.

 

Bendiciones,

 

Ron Walters

Vicepresidente de relaciones ministeriales

 

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