Una Oración de Alabanza por la Cruz
Por Mark Altrogge
“Si hay pleito entre dos hombres y van a la corte, y los jueces deciden el caso, y absuelve al justo y condenan al culpable, sucederá que, si el culpable merece ser azotado, entonces el juez le hará tenderse, y será azotado en su presencia con el número de azotes de acuerdo con su culpa. Puede darle cuarenta azotes, pero no más, no sea que le dé muchos más azotes que éstos, y tu hermano quede degradado ante tus ojos” (Deuteronomio 25:1-3).
Cuán piadoso fue Dios al lidiar con Israel. Un hombre condenado fue salvo en presencia del juez. Solo se le dieron unos cuantos látigos por su crimen. Lo máximo que pudo recibir fueron 40 latigazos, para que no fuera degradado ante su hermano. Algunos crímenes podrían haber merecido más de 40 latigazos, pero Dios en su bondad no quería ver a nadie humillado ante sus hermanos.
Pero él no mostró la misma misericordia con su Hijo.
“Entonces les soltó a Barrabás, pero a Jesús, después de hacerle azotar, le entregó para que fuera crucificado” (Mateo 27:26).
La nota en la Bblia ESV para la palabra “azote” dice: “Una pena judicial romana, que consistía en golpes severos con un látigo con múltiples pestañas que contenía piezas de hueso y metal” Esos latigazos crueles desgarraría literalmente la piel de la espalda y los costados de una persona.
Dios, quien liberaría a un hombre culpable de esta excesiva pena como para no ser humillado ante sus hermanos, no salvó a Jesús de esta degradación. Qué tan inhumano sería cuando los soldados romanos sin piedad le daban latigazos, los coronaron con espinas, le envolvieron vestiduras púrpuras en sus hombros, colocaron una caña en sus manos a modo de cetro y luego se inclinaron ante él rindiéndole un homenaje simulado. Que tan degradante era, que mientras lo golpeaban le escupía la cara. Que tan degradante fue cuando lo golpearon en frente de todos y lo crucificaron como un criminal. Que tan humillante fue para Jesús aguantar buscando aire, mientras la gente del público se burlaba y reía de su sufrimiento.
Jesús resistió la degradación más grande de identificarse con nuestro pecado como para que nuestro Padre derramará su ira hacia él.
Él lo hizo todo por nosotros – pecadores y culpables – merecemos ser degradados y humillados en todo el sentido de la palabra. Perecer en el infierno por toda la eternidad. Pero cuando creemos en Jesús y lo llamamos y pedimos salvación, en vez de recibir la degradación que merecemos, nos viste con su justicia, nos adopta como sus hijos propios y nos corona con gloria. ¡Qué Dios tan increíble y asombroso al que servimos!
Oh Señor Jesús, fuiste azotado, humillado y degradado por mí, para que pudiese ser enaltecido y adoptado como hijo de Dios y pudiese compartir tu herencia. Toda la honra, gloria y alabanzas van para ti.
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