1
Los falsos dioses de Babilonia Bel y Nebo, los dioses de Babilonia, se inclinan cuando los bajan al suelo. Se los llevan en carretas tiradas por bueyes. Los pobres animales se tambalean por el peso.
2
Tanto los ídolos como sus dueños se doblegan. Los dioses no pueden proteger a la gente, y la gente no puede proteger a los dioses; juntos van al cautiverio.
3
«Escúchenme, descendientes de Jacob, todos los que permanecen en Israel. Los he protegido desde que nacieron; así es, los he cuidado desde antes de nacer.
4
Yo seré su Dios durante toda su vida; hasta que tengan canas por la edad. Yo los hice y cuidaré de ustedes; yo los sostendré y los salvaré.
5
»¿Con quién me compararán? ¿Quién es igual que yo?
6
Hay quienes derrochan su plata y su oro y contratan a un artesano para que de estos les haga un dios. Luego, ¡se inclinan y le rinden culto!
7
Lo llevan sobre los hombros y cuando lo bajan, allí se queda. ¡Ni siquiera se puede mover! Cuando alguien le dirige una oración, no obtiene respuesta; no puede rescatar a nadie de sus dificultades.
8
»¡No olviden esto! ¡Ténganlo presente! Recuérdenlo, ustedes los culpables.
9
Recuerden las cosas que hice en el pasado. ¡Pues solo yo soy Dios! Yo soy Dios, y no hay otro como yo.
10
Solo yo puedo predecir el futuro antes que suceda. Todos mis planes se cumplirán porque yo hago todo lo que deseo.
11
Llamaré a una veloz ave de rapiña desde el oriente, a un líder de tierras lejanas, para que venga y haga lo que le ordeno. He dicho lo que haría, y lo cumpliré.
12
»Escúchame, pueblo terco, que estás tan lejos de actuar con justicia.
13
Pues estoy listo para rectificar todo, no en un futuro lejano, ¡sino ahora mismo! Estoy listo para salvar a Jerusalén y mostrarle mi gloria a Israel.