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Séptimo discurso de Job: respuesta a Zofar Entonces Job habló de nuevo:
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«Escuchen con atención lo que digo; es una forma de consolarme.
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Ténganme paciencia y déjenme hablar. Después de que haya hablado, podrán seguir burlándose de mí.
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»Mi queja es con Dios, no con la gente. Tengo buenas razones para estar tan impaciente.
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Mírenme y quédense atónitos; tápense la boca con la mano, totalmente sorprendidos.
6
Cuando pienso en lo que estoy diciendo, me estremezco y mi cuerpo tiembla.
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»¿Por qué prosperan los malvados mientras se vuelven viejos y poderosos?
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Llegan a ver a sus hijos crecidos y establecidos, y disfrutan de sus nietos.
9
Sus hogares no corren ningún peligro, y Dios no los castiga.
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Sus toros nunca dejan de procrear; sus vacas tienen terneros y nunca pierden sus crías.
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Dejan brincar a sus niños como corderitos; sus pequeños saltan y bailan,
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cantan con panderetas y arpas y celebran al sonido de la flauta.
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Pasan sus días con prosperidad; luego van a la tumba en paz.
14
Sin embargo, le dicen a Dios: “Vete, no queremos nada de ti ni de tus caminos.
15
¿Quién es el Todopoderoso y por qué debemos obedecerle? ¿En qué nos beneficiará orar?”.
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(Creen que su prosperidad depende de ellos; pero yo no tendré nada que ver con esa forma de pensar).
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»Sin embargo, la luz de los malvados parece no extinguirse nunca. ¿Alguna vez tienen problemas? ¿Acaso Dios les reparte dolores con enojo?
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¿Se los lleva el viento como la paja? ¿Los arrastra la tormenta como al heno? ¡De ninguna manera!
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»Ustedes dicen: “Bien, ¡al menos Dios castigará a los hijos de ellos!”; pero yo digo que él debería castigar a los que pecan para que comprendan su juicio.
20
Que vean con sus propios ojos su destrucción, y beban en abundancia del enojo del Todopoderoso.
21
Pues, después de muertos, no les importará lo que le suceda a su familia.
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»Pero ¿quién podrá enseñarle algo a Dios, si es él quien juzga aun a los más poderosos?
23
Una persona muere próspera, muy cómoda y segura,
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la viva imagen de la salud, en excelente forma y llena de vigor.
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Otra persona muere en amarga pobreza, sin haber saboreado nunca de la buena vida.
26
Sin embargo, a los dos se les entierra en el mismo polvo; los mismos gusanos los comen a ambos.
27
»Miren, yo sé lo que están pensando; conozco los planes que traman contra mí.
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Me hablarán de gente rica y malvada, cuyas casas desaparecieron a causa de sus pecados;
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pero pregunten a los que han visto mucho mundo y ellos les dirán la verdad.
30
Los malvados se salvan en tiempos de calamidad y se les permite escapar del desastre.
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Nadie los critica abiertamente ni les dan su merecido por lo que hicieron.
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Cuando los llevan a la tumba, una guardia de honor vigila su sepultura.
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Un gran cortejo fúnebre va al cementerio. Muchos presentan sus respetos cuando los sepultan y descansan en paz bajo tierra.
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»¿Cómo podrán consolarme sus frases huecas? ¡Todas sus explicaciones son mentiras!».