1
Jesús lava los pies a sus discípulos Antes de la celebración de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su momento para dejar este mundo y regresar a su Padre. Había amado a sus discípulos durante el ministerio que realizó en la tierra y ahora los amó hasta el final.
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Era la hora de cenar, y el diablo ya había incitado a Judas, hijo de Simón Iscariote, para que traicionara a Jesús.
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Jesús sabía que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas y que había venido de Dios y regresaría a Dios.
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Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura
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y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
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Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: —Señor, ¿tú me vas a lavar los pies a mí?
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Los discípulos se miraron unos a otros sin saber a cuál se refería Jesús.
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El discípulo a quien Jesús amaba estaba sentado a la mesa a su lado.
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Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería.
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Entonces, ese discípulo se inclinó hacia Jesús y le preguntó: —Señor, ¿quién es?
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Jesús le contestó: Y, después de mojar el pan, se lo dio a Judas, el hijo de Simón Iscariote.
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Cuando Judas comió el pan, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo:
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Ninguno de los demás que estaban a la mesa entendió lo que Jesús quiso decir.
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Como Judas era el tesorero del grupo, algunos pensaron que Jesús le estaba diciendo que fuera a pagar la comida o que diera algo de dinero a los pobres.
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Así que Judas se fue enseguida y se internó en la noche.
31
Jesús predice la negación de Pedro En cuanto Judas salió del lugar, Jesús dijo:
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Y dado que Dios recibe gloria a causa del Hijo, pronto le dará gloria al Hijo.
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Mis queridos hijos, voy a estar con ustedes solo un poco más de tiempo. Y, como les dije a los líderes judíos, ustedes me buscarán, pero no pueden ir adonde yo voy.
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Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros.
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El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos».
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Simón Pedro le preguntó: —Señor, ¿adónde vas? Y Jesús contestó:
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—¿Pero por qué no puedo ir ahora, Señor? —le preguntó—. Estoy dispuesto a morir por ti.