4
Debemos llevar a cabo cuanto antes las tareas que nos encargó el que nos envió. Pronto viene la noche cuando nadie puede trabajar;
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pero mientras estoy aquí en el mundo, yo soy la luz del mundo.
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Luego escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva y lo untó en los ojos del ciego.
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Le dijo: , (Siloé significa «enviado»). Entonces el hombre fue, se lavó, ¡y regresó viendo!
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Sus vecinos y otros que lo conocían como un pordiosero ciego se preguntaban: «¿No es ese el hombre que solía sentarse a mendigar?».
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Algunos decían que sí, y otros decían: «No, solo se le parece». Pero el mendigo seguía diciendo: «¡Sí, soy yo!».
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Le preguntaron: —¿Quién te sanó? ¿Cómo sucedió?
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Él les dijo: —El hombre al que llaman Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve al estanque de Siloé y lávate”. Entonces fui, me lavé, ¡y ahora puedo ver!
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—¿Dónde está él ahora? —le preguntaron. —No lo sé —contestó.
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Entonces llevaron ante los fariseos al hombre que había sido ciego,
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porque era día de descanso cuando Jesús hizo el lodo y lo sanó.
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Los fariseos interrogaron al hombre sobre todo lo que había sucedido y les respondió: «Él puso el lodo sobre mis ojos y, cuando me lavé, ¡pude ver!».
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Algunos de los fariseos decían: «Ese tal Jesús no viene de Dios porque trabaja en el día de descanso». Otros decían: «¿Pero cómo puede un simple pecador hacer semejantes señales milagrosas?». Así que había una profunda diferencia de opiniones entre ellos.
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Luego los fariseos volvieron a interrogar al hombre que había sido ciego: —¿Qué opinas del hombre que te sanó? —Creo que debe de ser un profeta —contestó el hombre.
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Aun así los líderes judíos se negaban a creer que el hombre había sido ciego y ahora podía ver, así que llamaron a sus padres.
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—¿Es este su hijo? —les preguntaron—. ¿Es verdad que nació ciego? Si es cierto, ¿cómo es que ahora ve?
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Sus padres contestaron: —Sabemos que él es nuestro hijo y que nació ciego,
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pero no sabemos cómo es que ahora puede ver ni quién lo sanó. Pregúntenselo a él; ya tiene edad para hablar por sí mismo.
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Los padres dijeron eso por miedo a los líderes judíos, quienes habían anunciado que cualquiera que dijera que Jesús era el Mesías sería expulsado de la sinagoga.
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Por eso dijeron: «Ya tiene edad suficiente, entonces pregúntenle a él».
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Por segunda vez llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron: —Es Dios quien debería recibir la gloria por lo que ha pasado, porque sabemos que ese hombre, Jesús, es un pecador.
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—Yo no sé si es un pecador —respondió el hombre—, pero lo que sé es que yo antes era ciego, ¡y ahora puedo ver!
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—¿Pero qué fue lo que hizo? —le preguntaron—. ¿Cómo te sanó?
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—¡Miren! —exclamó el hombre—. Ya les dije una vez. ¿Acaso no me escucharon? ¿Para qué quieren oírlo de nuevo? ¿Ustedes también quieren ser sus discípulos?
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Entonces ellos lo insultaron y dijeron: —Tú eres su discípulo, ¡pero nosotros somos discípulos de Moisés!
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Sabemos que Dios le habló a Moisés, pero no sabemos ni siquiera de dónde proviene este hombre.
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—¡Qué cosa tan extraña! —respondió el hombre—. A mí me sanó los ojos, ¿y ustedes ni siquiera saben de dónde proviene?
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Sabemos que Dios no escucha a los pecadores pero está dispuesto a escuchar a los que lo adoran y hacen su voluntad.
32
Desde el principio del mundo, nadie ha podido abrir los ojos de un ciego de nacimiento.
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Si este hombre no viniera de parte de Dios, no habría podido hacerlo.
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—¡Tú naciste pecador hasta la médula! —le respondieron—. ¿Acaso tratas de enseñarnos a nosotros? Y lo echaron de la sinagoga.
35
Ceguera espiritual Cuando Jesús supo lo que había pasado, encontró al hombre y le preguntó:
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—¿Quién es, señor? —contestó el hombre—. Quiero creer en él.