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Cuando Saúl regresó de perseguir a los filisteos, le informaron que David estaba en el desierto de Engadi.
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Entonces Saúl tomó consigo tres batallones de hombres escogidos de todo Israel, y se fue por los Peñascos de las Cabras, en busca de David y de sus hombres.
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Por el camino, llegó a un redil de ovejas; y como había una cueva en el lugar, entró allí para hacer sus necesidades.a David estaba escondido en el fondo de la cueva, con sus hombres,
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y estos le dijeron:—En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el SEÑOR cuando te dijo: “Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca”.David se levantó y, sin hacer ruido, cortó el borde del manto de Saúl.
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Pero le remordió la conciencia por lo que había hecho,
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y les dijo a sus hombres:—¡Que el SEÑOR me libre de hacerle al rey lo que ustedes sugieren! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del SEÑOR.
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De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl. Pero una vez que este salió de la cueva para proseguir su camino,
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David lo siguió, gritando:—¡Majestad, Majestad!Saúl miró hacia atrás, y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó
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y le dijo:—¿Por qué hace caso Su Majestad a los que dicen que yo quiero hacerle daño?
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Usted podrá ver con sus propios ojos que hoy mismo, en esta cueva, el SEÑOR lo había entregado en mis manos. Mis hombres me incitaban a que lo matara, pero yo respeté su vida y dije: “No puedo alzar la mano contra el rey, porque es el ungido del SEÑOR”.
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Padre mío, mire usted el borde de su manto que tengo en la mano. Yo corté este pedazo, pero a usted no lo maté. Reconozca que yo no intento hacerle mal ni traicionarlo. Usted, sin embargo, me persigue para quitarme la vida, aunque yo no le he hecho ningún agravio.
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¡Que el SEÑOR juzgue entre nosotros dos! ¡Y que el SEÑOR me vengue de usted! Pero mi mano no se alzará contra usted.
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Como dice el antiguo refrán: “De los malos, la maldad”; por eso mi mano jamás se alzará contra usted.
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»¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigue? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga!
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¡Que sea el SEÑOR quien juzgue y dicte la sentencia entre nosotros dos! ¡Que examine mi causa, y me defienda y me libre de usted!
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Cuando David terminó de hablar, Saúl le preguntó:—David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien me habla!Y alzando la voz, se echó a llorar.
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—Has actuado mejor que yo —continuó Saúl—. Me has devuelto bien por mal.
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Hoy me has hecho reconocer lo bien que me has tratado, pues el SEÑOR me entregó en tus manos, y no me mataste.
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¿Quién encuentra a su enemigo y le perdona la vida?b ¡Que el SEÑOR te recompense por lo bien que me has tratado hoy!
20
Ahora caigo en cuenta de que tú serás el rey, y de que consolidarás el reino de Israel.
21
Júrame entonces, por el SEÑOR, que no exterminarás mi descendencia ni borrarás el nombre de mi familia.
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David se lo juró. Luego Saúl volvió a su palacio, y David y sus hombres subieron al refugio.