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Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros
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Y aconteció, que vuelto él, habiendo tomado el reino, mandó llamar a sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno
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Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas
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Y él le dice: Está bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades
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Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas
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Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades
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Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo
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porque tuve miedo de ti, que eres hombre recio; tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste
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Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre recio, que quito lo que no puse, y que siego lo que no sembré
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¿por qué, no diste mi dinero al banco, y yo viniendo lo recibiera con el logro
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Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas
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Y aconteció, que llegando cerca de Betfagé, y de Betania, al monte que se llama de las Olivas, envió dos de sus discípulos
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diciendo: Id a la aldea de enfrente; en la cual cuando entrareis, hallaréis un pollino atado, en el que ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo
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Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? Le responderéis así: Porque el Señor lo necesita
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Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo
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Y desatando ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino