Con Diseño Divino

¿Cuán grande es tu Dios?

De la Palabra de Dios:“Pues tú eres grande y haces obras maravillosas; solo tú eres Dios” (Salmos 86:10).

Estaba sentada en el aeropuerto de una importante capital latinoamericana. No había amanecido, pero  bullía de personas que caminaban apuradas, sumergidas en sus propios pensamientos, tomando café para despertarse.  Algo llamó mi atención y tocó lo profundo mi corazón: personas que en lugar del equipaje de mano, o junto con este, cargaban en sus brazos imágenes talladas de sus dioses.

No he podido olvidarlo. Una y otra vez viene a mi mente la pregunta ¿cuán grande es tu dios?  Y ¿sabes?, lo peor es que creemos que esto se limita a la adoración a dioses falsos, pero lamentablemente incluso tú y yo que conocemos a Cristo en ocasiones pensamos que nuestro Dios es algo así, que podemos cargar en nuestros brazos, que es pequeño, limitado como nosotros, que nos pide que hagamos cosas a cambio de nuestra salvación o de su gracia o misericordia. Sí, tal vez no lo afirmemos, quizá incluso te escandalice leerlo, pero la realidad es que nuestro comportamiento habla mucho más alto que un millón de palabras.

Por eso quiero hacerte la pregunta, ¿cuán grande es tu Dios? Y claro está, su grandeza no depende de nuestra definición. La pregunta es más bien, ¿cuán grande es para ti, qué lugar ocupa, cómo te relacionas con él? ¿Sabes por qué esta pregunta es tan importante? Porque lo que creamos en nuestro corazón acerca de nuestro Dios definirá nuestra fe y nuestra relación con él, y por consiguiente nuestro actuar.

Lee estas palabras del profeta Jeremías y pensemos si realmente así vemos a Dios:

“«¡Oh Soberano SEÑOR! Hiciste los cielos y la tierra con tu mano fuerte y tu brazo poderoso. ¡Nada es demasiado difícil para ti! Muestras un amor inagotable a miles, pero también haces recaer las consecuencias del pecado de una generación sobre la siguiente. Tú eres el Dios grande y poderoso, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. Tú posees toda la sabiduría y haces grandes y maravillosos milagros. Ves la conducta de todas las personas y les das lo que se merecen. Realizaste señales milagrosas y maravillas en la tierra de Egipto, ¡cosas que se recuerdan hasta el día de hoy! Y sigues haciendo grandes milagros en Israel y en todo el mundo. Así has hecho que tu nombre sea famoso hasta el día de hoy.” (Jeremías 32:17-20, NTV)

Dios es soberano. Punto. Por encima de todo lo que pueda suceder o no, está la soberanía de Dios. Ya sea que yo lo entienda o no, tengo que afirmar esta verdad en mi corazón porque es crucial: Dios es soberano, la autoridad suprema e independiente, no se le puede superar ni juzgar.

Dios hizo los cielos y la tierra. No necesitó ayuda de nadie. Él es suficiente. En estos tiempos en que nuestra fe es atacada de un lado a otro, en que incluso en el mundo cristiano se trata de buscar una “explicación científica” a la creación, tenemos que entender que la Biblia es 100% la Palabra de Dios y por lo tanto verdadera. La ciencia puede corroborar lo que Dios hizo y dice pero nunca podrá explicar a Dios porque Dios no tiene explicación. Así lo creo.

Nada es imposible para Dios. Esta verdad se tambalea en nuestro corazón cada vez que las circunstancias parecen contradecirla. Cuando recibimos un diagnóstico positivo, cuando un matrimonio se rompe, cuando los hijos se descarrían, cuando el trabajo se acaba… Pero NADA es imposible para Dios. Tenemos que creer en sus absolutos. Eso no quiere decir que siempre nos diga sí a todo lo que pidamos, quiere decir que tiene el poder para hacer cualquier cosa. Nuestra función es confiar.

El amor de Dios es inagotable. Nada puede acabarlo. Y si queda alguna duda, recuerda la cruz y luego lee Romanos 8:31-39.

Dios es justo, siempre. Necesitamos entender también esa verdad. La justicia de Dios demandaba un sacrificio perfecto, y ya fue hecho en Cristo. Ahora bien, nos toca a nosotros decidir. Todos podemos entrar al reino de los cielos, pero no será en base a cuán buenos hayamos sido. Eso nunca será suficiente. La entrada dependerá de si aceptamos o no el sacrificio de Cristo, el pago por nuestra injusticia. Cualquier otra cosa diferente, no es el evangelio vivo. Sí, puede parecer radical, pero Dios es radical.

Dios es la sabiduría. Aunque alcancemos muchos títulos, leamos cientos de libros y acumulemos mucho conocimiento, la verdadera sabiduría viene de Dios. No confundamos inteligencia con sabiduría. Busquemos en la fuente verdadera y podremos vivir en el diseño divino y perfecto que él nos dejó en su Palabra.

Dios no es historia, no está muerto. Dios es real. Él sigue haciendo señales y milagros. No hay sustitutos para esto. No hay dios tallado, ni de otra índole que se le pueda comparar. Él es el  Dios grande y poderoso, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales cuyo nombre es famoso hasta el día de hoy, a pesar de los que se afanan cada día por enterrarlo, destronarlo o desvirtuarlo.

Amiga lectora, ¿cuán grande es nuestro Dios? ¿Crees estas verdades en tu corazón? No soy teóloga ni nada semejante pero creo en la Biblia de tapa a tapa. Creo también que necesitamos afirmar estas verdades porque de lo contrario, aunque no lo tengamos tallado ni lo carguemos en brazos, puede que estemos creyendo en un dios fabricado por conceptos humanos y no en el Dios de la Palabra, Creador de los cielos y la tierra. ¿Amén?

Vivamos como Dios lo diseñó,

Wendy

Para aprender más sobre el diseño divino de Dios, te invito a visitarme en wendybello.com

© 2015 Wendy Bello

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