¿Cuánto falta?
De la Palabra de Dios:Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. (Salmos 37:4-5, NVI)
¿Ya llegamos?” “¿Cuánto falta?” “¿Está muy lejos?” Este diálogo se repitió en nuestro auto tantas veces durante un corto viaje que yo ya tenía deseos de bajarme e ir caminando o de salir volando por una ventana. Todo el que ha viajado con niños sabe a lo que me refiero. Las preguntas del principio se repiten interminablemente.
Pero me pregunto cuánto cambiamos en realidad al volvernos adultos. ¿Cuántas veces en nuestra vida de adultos nos hacemos esas mismas preguntas, pero con otros destinos en mente? Ya no se trata de llegar a un punto geográfico, se trata de las metas, de los sueños, de los lugares a los que queremos llegar y nos hacemos esas mismas preguntas. ¿No es cierto? Y si tenemos a Dios por Padre, entonces lo agobiamos a él con las mismas. “¿Cuánto falta, Señor, para _____________? ¿Está muy lejos de mí esta meta? ¿Cuándo se realizará ese sueño que he acariciado durante tantos años?”
Lo interesante es que incluso a veces las preguntas no son con relación a cosas materiales sino a otras menos tangibles. Quizá hay algo que sabes que Dios te ha llamado a hacer pero no divisas en el horizonte ninguna oportunidad para realizarlo. Tal vez él te ha revelado algún propósito específico, pero tú te frustras porque no te ha dicho también el momento. A lo mejor se trata de una promesa que recibiste hace años y ya te inclinas a pensar que tu Padre celestial se olvidó, como tal vez pasa a veces con los padres terrenales.
Bueno, déjame empezar citando las palabras que aparecen en Números 23:19: “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” No hay manera de que Dios olvide, mienta o cambie de opinión. El único problema es que su noción del tiempo es muy diferente a la nuestra: “…no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 Pedro 3:9).
El Señor no vive en mundo de comida rápida y atención al cliente en su propio automóvil. En este sentido, él va a la antigua. Se toma el tiempo necesario para cada cosa, y realmente no le interesa mucho si para eso se requieren dos años, doce o veinte. El asunto es que a Dios lo que más le interesa es la persona, tú y yo, y él sabe que para lograr cambio en nosotros, los métodos rápidos no funcionan.
No podemos manejar mucho cuando lo poco nos abruma o no sabemos cómo hacerlo. No podemos dirigir un grupo de 100 cuando uno de diez se nos va de las manos. La escuela de la paciencia y la preparación son necesarias. Y de paso déjame decir que a mí también me resulta difícil aprobar en esa escuela pero he llegado a la conclusión de que mientras más luchemos por salir rápido, más se demorará el proceso. Dios quiere que salgamos listos para el próximo nivel pero para eso tenemos que pasar todos los exámenes del nivel en que estamos.
Uno de los primeros pasajes de la Biblia que yo memoricé fue el que aparece al principio. La verdad es que en aquel entonces yo era muy joven y no entendía bien el significado de “deleitarse en el Señor” para que luego él me concediera los deseos de mi corazón. Ha sido el propio Dios quien, con paciencia, me ha mostrado que la primera meta de mi vida tiene que ser deleitarme en él, o como dice otra versión: “Disfruta de la presencia del Señor, y él te dará lo que de corazón le pidas”. Ahí está el secreto para ir contento durante el viaje de la vida, sin tener que estar preguntando cada cinco minutos: “¿Ya llegamos?” “¿Cuánto falta?” “¿Está muy lejos?”
Tu Dios no se ha olvidado de ti, pero quiere que aprendas primero a disfrutar de su presencia para que luego puedas disfrutar de todo lo demás. Pídele en este día que te enseñe cómo hacerlo y alista tu corazón para una aventura increíble.
¡Esa es la vida como él la diseñó!
Wendy
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