Un ejercicio de memoria con beneficios eternos
De la Palabra de Dios: “En tus decretos hallo mi deleite, y jamás olvidaré tu palabra” (Salmos 119:16, NTV).
Hace unos días manejaba para recoger a mis hijos de la escuela y escuchaba la radio. Terminó la canción y el presentador dijo un versículo bíblico, luego comentó que ese era el versículo de la semana, para todo el que quisiera memorizarlo.
Me puse a pensar, ¿cuándo fue la última vez que memoricé un versículo bíblico? Mi esposo y yo tratamos de enseñar uno nuevo a nuestros hijos cada semana, pero por lo general esos ya los conocemos. Me refiero a aprenderme yo un versículo bíblico nuevo.
¿Y por qué esto de memorizar la Biblia? Me puse a pensar y te comparto aquí algunas de las razones que vinieron a mi mente.
Dios lo manda. “Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades” (Deuteronomio 6:6-9). Dios sabe que tenemos mala memoria, que necesitamos repetir las cosas, una y otra vez, para que así se graben en nuestra mente, las tengamos presentes y se vuelvan parte de nosotros.
Garantizará el éxito en la vida. “Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito” (Josué 1:8, NVI). Podemos leer muchos libros de autoayuda, mejoramiento personal, etc., pero el único que nos dará la guía para el verdadero éxito es la Biblia. ¿Por qué? Porque fue Dios quien lo escribió y este asunto de la vida fue idea suya. La Biblia es el manual del Fabricante.
Hará que hablemos lo que agrada a Dios, porque “de la abundancia del corazón, habla la boca” (Mateo 12:34). Si nuestro corazón está lleno de su Palabra, será de eso de lo que hablaremos. Tenemos que escoger muy bien de qué llenamos nuestra mente para que lo que salga de nuestra boca dé gloria a Dios.
Tendremos un arma eficaz para la batalla espiritual. “Tomen… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17, NVI). Cuando Jesús fue tentado por el diablo no buscó la ayuda de su familia, ni salió a preguntar a los vecinos o a los amigos qué hacer (si fuera en esta época, no hubiera buscado en Google ni llamado por teléfono). Él usó la mejor arma de todas, la Palabra de Dios, que es la verdad que acalla toda mentira del enemigo.
Será nuestra fuente de ánimo para los momentos de desánimo, desilusión, tristeza: “Lloro con tristeza; aliéntame con tu palabra” y “Medito en tus antiguas ordenanzas; oh Señor, ellas me consuelan” (Salmos 119:28, 52, NTV).
Y estoy segura de que podemos enumerar muchas otras razones para memorizar la Palabra de Dios pero lo dejo para que tal vez pienses en algunas, las añadas a esta lista y las compartas con nosotros, o simplemente las anotes en tu corazón.
El asunto es que necesitamos tanto de la Palabra de Dios como del aire. Estamos viviendo tiempos difíciles. Se escucha todo tipo de enseñanzas, criterios y opiniones. Si seguimos a Cristo, esta Palabra tiene que continuar siendo nuestra guía, el tamiz por el cual pasemos todo pensamiento e idea.
El autor del Salmo 119, el salmo que por excelencia exalta el valor de la palabra de Dios, comprendió todo esto. A tal punto que mira lo que dice casi al final del mismo: “Me alegro en tu palabra como alguien que descubre un gran tesoro” (v. 162).
¿Realmente es la Palabra de Dios un tesoro para ti y para mí?
¿Qué tal si comenzamos memorizando este versículo esta semana? “Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar” (Salmos 119:165).