Crucemos al otro lado
De la Palabra de Dios: “Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán” (Isaías 43:2, NTV).
Un día Jesús les dijo a sus discípulos: “Crucemos al otro lado del lago”. El lago de esta historia es más conocido como el mar de Galilea. Tiene una superficie de 166 km2 (64 millas cuadradas) y es el lago de agua dulce más bajo del mundo. En esa masa de agua las tormentas son algo común debido a las diferencias de temperatura entre la costa y las montañas de alrededor. Así que, ese día en particular, Jesús y los discípulos se subieron a una barca para “cruzar al otro lado”. Él estaba cansado y se quedó dormido. Se desató la tormenta, el barco empezó a llenarse de agua y los discípulos, muy asustados, despertaron a Jesús. “Él se levantó y reprendió al viento y a las olas; la tormenta se apaciguó y todo quedó tranquilo” (Lucas 8:24).
¿Y por qué te hablo de esto, qué tiene que ver contigo y conmigo esta historia? Bueno, quizá ha llegado uno de esos momentos en la vida en que tienes que “cruzar al otro lado”, a todos nos llegan: un trabajo nuevo, ya sea por puro gusto o porque no quedó otra opción; el nacimiento de un hijo y el cambio que eso trae; mudarse a un país, una ciudad o un vecindario diferente; vivir la vida sin un ser querido porque se nos adelantó y ya está en la presencia de Dios, etc. El caso es que sabes que tienes que cruzar al otro lado pero no contabas con que la travesía implicaba una o varias tormentas.
La realidad es que no nos gustan las tormentas. Yo nunca he estado en una tormenta en el mar. Lo más cercano fue un viaje en el “Maid of the Mist” (un barco que hace una breve travesía en el río Niágara en Canadá y te lleva muy cerca de la caída del agua en esas impresionantes cataratas). A medida que el barco se acerca a las cataratas el viento aumenta, y parece que estuvieras en medio de una verdadera tormenta, con agua cayendo por todas partes y un ruido ensordecedor. El espectáculo es bello, impresionante, y sí, también produce un poco de temor.
Puedo decirte que no me gustan las tormentas, ni las atmosféricas ni las de la vida cotidiana. Creo que a todos nos pasa lo mismo. Preferimos la calma.
Sin embargo, ¿tú crees que Jesús no sabía lo que iba a pasar aquella noche? Por supuesto que sí. De la misma manera él sabe lo que va a pasar en tu vida, y con todo te dice: “cruza al otro lado”. Las dificultades y los desafíos son parte de la vida. Nos hacen crecer, nos hacen afianzar nuestra fe, nos recuerdan que somos pequeños pero que nuestro Dios es grande.
En ninguna parte de la Biblia Dios te dice que no habrá tormentas. Tampoco te promete un viaje con día soleado y cero probabilidades de lluvia. Si ahora mismo estás navegando y la tormenta esté zarandeando tu barca, y el lago es tan grande que no alcanzas a ver la otra orilla, vuelve a leer el pasaje del principio. Recuerda lo que Dios sí te promete: ir contigo en la barca y acompañarte para que llegues al otro lado. Aférrate duro a sus promesas. Sigue caminando. No importa cuán profundas sean las aguas, Él va contigo.
Una vida confiada en él es lo que Dios diseñó.
Wendy
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