Expectativas que matan
De la Palabra de Dios: “…quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante” (Hebreos 12:1, NTV).
Todavía en ocasiones lloro y pienso que no estoy a la altura de la tarea. Ser mamá. Qué difícil. Creo que pudiera hacer otra carrera universitaria, escribir más de un libro, dar montones de conferencias y el reto no me parecería tan grande como este de ser madre.
Y a veces cuando uno de mis hijos me dice: “eres la mejor mamá del mundo”, me cuesta aceptarlo.
¿Te pasa lo mismo?
Fue en uno de esos días, entre lágrimas, culpa y cuestionamientos, que Dios me susurró muy bajito: “Si te llamé a ser madre es porque creo que puedes hacerlo. Eres la mamá que yo destiné para Daniela y para Nathan”.
Y Dios no se equivoca, así que aunque yo quizá tuviera ganas de debatir su punto {a veces queremos discutir con él, seamos honestas}, decidí quedarme calladita y aceptarlo.
El problema con sentirnos incapaces no está tanto en nuestra falta de capacidad como en las expectativas que nos ponemos para esta responsabilidad. Y esas expectativas se convierten en un peso enorme que nos deja avanzar y nos acusa constantemente.
¿Cómo lucen esas expectativas falsas en nuestro rol de madre? Algo así:
·Nuestros hijos siempre tienen que portarse bien, independientemente de que sean niños.
·Cada vez que salgamos a una fiesta o actividad como familia debemos estar combinados de pies a cabeza. Ah, ¡y los peinados impecables!… No importa que para lograrlo haya que salirse del presupuesto o estresar a todo el mundo al punto de llegar disgustados a la fiesta.
·No podemos faltar a ningún evento escolar… independientemente de que hagas tu mayor esfuerzo por estar siempre en todos y ese al que faltaste te fue imposible por una cita médica, trabajo u otro asunto ineludible.
·Cada vez que haya una venta para recaudar fondos en la escuela, tenemos que ofrecernos y hornear un pastel o galletas… aunque seamos terribles reposteras o simplemente nuestro horario esté demasiado cargado.
·Tenemos que inscribir a nuestros hijos en varias actividades extracurriculares… no importa que siempre andemos corriendo de un lado a otro, nerviosas, y que los propios muchachos estén demasiado agotados por tanta actividad y todo eso impida que podamos pasar más tiempo como familias.
·Ah, y nunca nos vamos a equivocar ni vamos a regañarlos excesivamente… ignorando el hecho de que eres un simple ser humano, con pecados y faltas.
Creo que ya tenemos la idea… ¿cierto? Nos llenamos de expectativas, falsas, que realmente no podemos cumplir o que el precio por cumplirlas es demasiado alto y tal vez no valga la pena.
Es por esa razón que necesitamos filtrar cada aspecto de nuestra vida por la Palabra de Dios. Justo lo que te invito a hacer ahora mismo:
Por lo tanto…quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. (Hebreos 12:1-12, NTV)
Las expectativas falsas son ese peso que nos impide correr. Nos impiden disfrutar de las muchas cosas que Dios pone a nuestra disposición y nos hacen enfocarnos en otras que realmente no meritan el esfuerzo.
¿Sabes? Las expectativas que Dios tiene para ti y para mí como mamá son muy diferentes. No nos esclavizan, no implican que el nivel de estrés nos lleve al punto de tener un colapso. Esa no es la vida abundante que él diseñó. Sí, es verdad, tenemos actividades, compromisos, pero Dios no espera que seamos súper mujeres, ni súper familias. Tenemos que establecer límites y prioridades.
¿Qué espera Dios? Que amemos a nuestros hijos, que les mostremos el camino que les llevará a tener una relación con él, que le mostremos esa relación en nuestras propias vidas individuales y como familia, y que busquemos su dirección para criarles conforme a su Palabra.
En otras cosas tu manera de ser mamá lucirá diferente a la de tu amiga o tu vecina. Y no hay problema. No tienes que compararte. Cuando lo hacemos, volvemos a crearnos falsas expectativas.
Ser mamás a la manera de Dios implica entender que Dios nos llamó a la tarea porque sabe que podemos con la responsabilidad. Además no espera que lo hagamos solas. Para eso lo tenemos a él, que es nuestro refugio y fortaleza.
Las falsas expectativas son una trampa que nos dejará avanzar con la carrera que tenemos por delante. Pongamos la mirada en Jesús, en lo que él espera de nosotros, y desechemos todo lo demás.
Bendiciones,
Wendy
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