Cuando recibimos malas noticias
De la Palabra de Dios: “Ellos no tienen miedo de malas noticias; confían plenamente en que el Señor los cuidará.” Salmos 112:7, NTV
Hace unos días hubo una tragedia en un cine de los Estados Unidos a consecuencia de un tiroteo; algunos muertos y varios heridos, entre ellos niños. Horrible. El lunes otra vez la noticia de otro tiroteo, más gente inocente muerta.
Y mi hija de nueve años escuchó algo de estas noticias y vino con su carita preocupada a hacerme preguntas. Esas preguntas que nunca quisiéramos escuchar porque nos recuerdan el mundo caído e imperfecto en que vivimos. Nos recuerdan que aunque queramos, nuestros hijos no pueden vivir en una burbuja y están expuestos al pecado y a sus consecuencias. Preguntas para las que quisiéramos tener respuestas fáciles, pero no es así.
Me senté con ella e hice lo único que podría darle una respuesta verdaderamente sabia y tranquilizadora. Busqué la Palabra de Dios y le mostré el versículo en los Salmos que durante tantos años ha dado paz a mi corazón en medio de muchas tormentas de malas noticias.
“Ellos no tienen miedo de malas noticias; confían plenamente en que el Señor los cuidará.” Salmos 112:7
“¿Y quiénes son ellos?”, le expliqué yo a mi hija. “El Salmo nos da la respuesta un poquito antes: los justos (v. 4)”. ¿Quiénes son los justos? La misma Palabra nos da la definición: “sabemos que una persona es declarada justa ante Dios por la fe en Jesucristo” (Gálatas 2:16).
Los que tenemos fe en Jesucristo, no tenemos miedo de malas noticias porque confiamos plenamente en que el Señor nos cuidará. El temor es un sentimiento humano, y es válido, siempre y cuando no dejemos que este nos domine. Una mala noticia puede hacer que nuestro corazón dé un vuelco y sintamos esta sensación incómoda en el estómago. Pero es ahí donde la Palabra de Dios, sus promesas, se vuelven vivas y eficaces, como dice en el libro de Hebreos. Es ahí cuando recordamos que aunque la situación puede producir temor, como “justos que hemos creído en Cristo”, no nos quedamos en el temor sino que confiamos. Recordar el amor que Dios nos tiene, y que ha hecho evidente, tiene que echar fuera el temor de nuestras vidas.
Una vida de temor es una vida que no marca diferencia. Eso es lo que quiere el enemigo de nuestras almas, que vivamos en temor, apocadas y aplastadas por las circunstancias. Lamentablemente no puedo decirte que vivirás una vida exenta de malas noticias, pero sí puedo decirte que al ser declarada “justa” delante de Dios, al ser su hija por medio de la fe en Jesús “ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como [hijas] y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»
Antes de sentarme a escribir este artículo oré por todos aquellos ojos que lo van a leer, y le pedí a Dios lo siguiente: “Padre, te pido por cada mujer u hombre que pueda leer estas palabras. Si en el día de hoy llega a su vida alguna mala noticia, no dejes que el miedo le abrume. Permite que su corazón tome aliento y confíe en ti, en tu perfecto amor que echa fuera el temor, en tus promesas que nos dicen que nuestras vidas están guardadas en la palma de tu mano. Líbranos de caer nuevamente en la esclavitud del miedo y recuérdanos que en todo momento podemos clamar ‘¡Padre, papá, papito, ayúdanos!’. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
Dios diseñó para nosotros una vida libre de temor, ¡vivámosla!