El rechazo es un león agazapado acechando su presa, esperando para hundir su mandíbula en el indefenso. Es un ataque que nos deja mutilados y heridos. Caminamos por la vida a través de la aprobación, y con temor a ser vulnerables. Demandamos aceptación y luego nos negamos a extenderla. El rechazo se convierte en una respuesta por defecto que damos una y otra vez. Hay verdadero rechazo y rechazo percibido. Creemos que hemos sido rechazados así que rechazamos a otros. Otros nos rechazan, así que nos rechazamos a nosotros mismos. El rechazo causa rabia, angustia y una tendencia a pensar lo peor sobre las personas. Algunos de nosotros aceptamos la identidad de rechazado, provocando que el rechazo se convierta en nuestra reacción y respuesta por defecto hacia otros. No podemos evitar que ocurra el rechazo, pero podemos negarnos a dejar que este nos paralice. Cuando presentamos nuestro rechazo a Dios y dejamos que el maneje las emociones y el dolor que este conlleva, es probable que encontremos algo bueno en él. Redimir el rechazo es una de las formas en las que Dios nos hace crecer y sacar belleza de las cenizas. Acá hay 10 razones que muestran cómo Dios puede redimir tu rechazo.