Desde una temprana edad, los niños imitan a aquellos a su alrededor. Sostienen teléfonos de juguete en sus orejas y tienen conversaciones con ellos mismos. Juegan a disfrazarse y pretenden tomar la temperatura a sus osos de felpa, encender una fogata o preparar un alimento. A veces, toman ese tono de voz de padre, sacuden sus dedos y corrigen a la mascota de la familia.
Esta tendencia a imitar a otros es vista en las áreas espirituales también. Los niños aprenden de nosotros cómo orar al vernos y escucharnos hacerlo. Ellos colocan sus manos como nosotros. Dicen "Amén" al final de las oraciones con nosotros. Aprenden rápidamente a pedir a Dios ayuda, sanación y provisión. Debido a que los niños aprenden al mirarnos, podemos usar el tiempo de oración para disciplinar a los niños en la fe. Mientras oramos por comida, rodillas sanas, y asuntos referentes a la disciplina, podemos mostrar intención en las palabras que usamos para enseñar a nuestros hijos acerca de Dios, quién es, y lo que Él ha hecho por ellos en Cristo. Nuestras oraciones pueden ser lecciones teológicas que alcanzan el corazón de nuestros jóvenes oyentes, entrenándolos en el evangelio de la gracia.
Cuatro formas de orar que pueden disciplinar a nuestros hijos.
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En Teología
Cuando oramos y adoramos a Dios por quien es, nuestros hijos aprenden acerca de Su carácter. Mientras enlistamos Sus atributos en la oración, aprenden que Él es todopoderoso, lo sabe todo y tiene el control sobre todas las cosas. Aprenden que Él es piadoso, amoroso, agraciado, que persona, que es santo y justo.
El Salmista a menudo enlista los atributos de Dios en la oración: “Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan.” (Salmos 86:5), Mientras más escuchen nuestros hijos estos atributos y características de Dios, más se implantarán esas verdades en sus corazones.
2. En Arrepentimiento
Orar por perdón es un aspecto significante de la oración. Como dice 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.”
Cuando oramos en voz alta con nuestros hijos e incluimos el arrepentimiento en estas oraciones, ellos aprenden sobre nuestra necesidad de perdón y que Dios puede proveerlo. Aprenden que nuestros pecados son en contra de Dios, no en contra de otros: “Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.” (Salmos 51:4).
Podemos orar a través del evangelio, expresando en voz alta con gratitud lo que Cristo ha hecho por nosotros en Su vida perfecta, su muerte sacrificial y su resurrección triunfante para saldar nuestros pecados.
3. En Propósito
Nuestros hijos aprenden el propósito de la oración al escuchar la sustancia de nuestras oraciones. Si nuestras oraciones solo tratan de pedirle a Dios que nos otorgue cosas, pensaran que de eso se trata la oración. Si nuestras oraciones solo se dan cuando la vida se pone dura, pensarán que la oración es únicamente para emergencias. Pero cuando oramos en todas las circunstancias, varias veces al día, alabando a Dios, agradeciendo a Dios, arrepintiéndonos ante Dios, y pidiendo que nuestras necesidades y las de los demás sean cubiertas, ellos aprenden el aliento multifacético de la oración.
Cuando oramos a Dios, al decir nuestras preocupaciones en voz alta, aprenden que Dios es el Único al que acudimos por ayuda: “Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor.” (Salmos 34:15)
Cuando oramos tanto en momentos de alegría como en momentos de tristeza, aprenden que podemos acudir a Dios sin importar cómo nos sentimos y que Él siempre nos escucha. Cuando oramos por nuestro gobierno, iglesia, misioneros, familiares y vecinos, aprenden que la oración no es solo para nosotros sino para el bien de otros.
4. En Confianza
John Calvin escribió que la oración no es para el beneficio de Dios sino para nuestro beneficio. Nos lleva a una confianza y dependencia mayor hacia nuestro Hacedor y Salvador. Mientras presenciamos las obras de Dios en nuestras vidas en respuesta a nuestras oraciones, nuestra fe es motivada, y se nos urge a orar mucho más.
Cuando oramos con nuestros hijos, debemos reflejar también con gratitud todas las maneras en las que Dios ha respondido nuestras oraciones. Necesitamos regocijarnos con nuestros hijos cuando Dios salva a un familiar, sana a quien estaba enfermo y provee una necesidad por la cual oramos. Ha habido momentos en los que oré con mis hijos en el camino a un lugar que les preocupaba ir. Dios respondió nuestras oraciones y nos regocijamos luego por lo que Dios había hecho. A menudo voy de regreso a esos tiempos y les recuerdo que necesitamos permanecer en oración por aquellas circunstancias que los preocupa –bien sea la visita al doctor, un evento deportivo, o una prueba en la escuela. La práctica de la oración desarrolla en nosotros mayor confianza en nuestro buen padre.
La oración es un privilegio, don y medio de gracia maravilloso. No solo para nosotros, sino para nuestros hijos también. Mientras oramos con nuestros hijos, que sean nuestras oraciones las que los instruyan y disciplinen para conocer más de Dios, quién es y lo que Él ha hecho.
Como mujer de Dios, tenemos el gran privilegio de disciplinar la próxima generación –incluyendo nuestros propios hijos. Nuestra próxima conferencia, Reviviendo ´17, ha sido diseñada para ayudarte a hacerlo. Acompáñanos en septiembre para escuchar conversaciones acerca de cómo vivir el evangelio donde quiera que Dios te haya puesto. Revisa Revive17.com para conocer más detalles.
Christina Fox recibió su título de la Universidad Covenant, y su título de maestría en consejería en la Universidad Atlántica de Palm Beach. Ella escribe para una gran cantidad de ministerios Cristianos y publicaciones incluyendo Deseando a Dios y La Coalición del Evangelio. Ella es la editora de enCourage, el blog del ministerio femenino de la PCA y es la autora de Un Corazón Liberado: Un Viaje hacia la Esperanza a Través de los Salmos de Lamentos. Cristina sirve en la junta consultiva de la Universidad Covenant y lidera el equipo del ministerio femenino en su iglesia. Prefiere su café negro y preparado en prensa francesa, disfruta las antigüedades, el ciclismo, viajar y leer. Vive con su esposo de veinte años en Sunny S. Florida junto a sus dos hijos.
El artículo apareció originalmente en ReviveOurHearts.com. Usado con permiso.