Perdonar, por definición, es absolver una ofensa o equivocación cometida en tu contra por el beneficio mutuo tuyo y de tu ofensor. Bien sea que dejes de sentirte molesta o resentida, lo cual generalmente no ocurre para la mayoría de las personas, el perdón presenta una oportunidad para ti y tu ofensor de seguir adelante. Hay otras formas de definir el perdón, como cancelando una deuda o perdonando a alguien por su mala educación o ignorancia. Pero lo más importante que hay que saber acerca del perdón es que este es una elección. Como cristianos, sabemos lo que es necesitar perdón y sabemos lo que es ser perdonados. Nuestra experiencia con el perdón nos permite poder ser compasivos con los demás.
La palabra, o el concepto de “perdonar” son mencionados en la Biblia aproximadamente 150 veces entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Se ha entendido a nivel universal que el perdón es un concepto espiritual que deberíamos implementar más a menudo. Después de todo, es un factor de orientación que nos acerca a ser como Cristo. Es divertido, muchas veces cuando las personas cuentan historias, la gente dice cosas como “Ahora sé que Jesús quisiera que los perdonara…” Todos sonreímos, pero muchos nos sentimos rígidos acerca de este tema.
Entendemos que el perdón es necesario para nuestra propia salud mental y espiritual, pero ¿cómo lo hacemos? Jesús fue colgado en una cruz luego de ser falsamente acusado y de alguna forma reunió el poder de perdonar a quienes lo pusieron ahí. ¿Qué ocurrió con Jesús para desbloquear ese tipo de autoridad? ¿Es algo a lo que todos podemos acceder? ¿Qué ocurre si lo usamos y cuando deberíamos usarlo? Exploremos la fuente de este poder y cómo usarlo.
La Clave para perdonar
En Lucas 23:34 es donde leemos acerca de Jesús perdonando a quienes lo acusan luego del trato brutal que recibió. Después de todo lo que ocurrió y toda la justificación que tenía Jesús para odiar a esas personas, él dice, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos.” para agregar insultos e injurias, leemos que incluso luego de esta proclamación de perdonarlos, ellos indiferentes continúan subastando sus ropas. Creo que es conveniente decir que incluso si tuviéramos una fuente de valor para perdonar a alguien de esa manera, perderíamos de inmediato las energías en el momento que viéramos que nuestro valor no fue apreciado. Esto haría que nuestros corazones regresen a ese estado amargo de ira. Así que, ¿a qué estaba conectado Jesús que lo empoderó para mostrar esta amabilidad, independientemente de los resultados?
La clave del perdón irrevocable y destructor de ataduras puede encontrarse en la compasión. Cuando Jesús miró a esas personas, no se enfocó en su cuerpo dañado, las acusaciones falsas o la rabia que se habría justificado que Él sintiera. Sus acciones apoyan el hecho de que su enfoque estaba en sus ofensores en el momento. Él podía ver, y vio que sus ofensores estaban tan enfocados en mostrar su propio poder que perdieron la visión de lo que significaba vivir de acuerdo al plan de Dios. En otras palabras, Jesús decía “Padre, perdónalos. No entienden la magnitud de esto. Han sido alejados. No están considerando el impacto real”: Jesús sabia de lo que se estaban perdiendo… lo estaban perdiendo a Él. Cuando recordamos lo que es ser perdonados, lo único que nos queda es la compasión y cuando tenemos compasión, somos naturalmente movidos a perdonar, así como se nos ha perdonado.
Un Cambio en tu perspectiva
Tener compasión te lleva a un cambio inmediato de percepción. Considera cómo te sientes cuando imaginas a las siguientes personas: un padre ausente, un abusador en la escuela, una persona ruda, un ladrón, un líder injusto. Probablemente recuerdas cuando una de estas personas te impactó de una forma negativa. Tendemos a recordar las emociones impecablemente, así que esto podría remover sentimientos de rabia, resentimiento, incluso desesperanza –incluso si ya has perdonado a esta persona.
Ahora considera lo que ocurre cuando te enfocas más en los factores posibles de estas personas. Para el padre ausente, imagina su propia infancia rota. Para el abusador, imagina su falta de atención y dirección. Para la persona ruda, imagina su poco entendimiento de las personas, llevándolos a ser de esa manera. Para el ladrón, imagina su pobreza. Para el líder injusto, imagina su inseguridad. El principio encontrado en Juan 15:5, donde Jesús nos enseña que “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.” Ocurre aquí.
La compasión tiene sus raíces en la práctica de mirar tras las escenas –o considerar lo que lleva a una persona a tomar las decisiones que toma. Si vemos esos ejemplos, podemos ver que a todas estas personas les falta algo. Juan 15:5 dice, “…” No podemos dar lo que no tenemos y no podemos cumplir con lo que no nos cumplieron. Este cambio en la percepción nos permite liberar tangiblemente la presión en nuestros corazones. Hay alivio en elegir el perdón a pesar de cómo nos sintamos. Este es el poder que Jesús expresó y este mismo poder está disponible a través del Espíritu Santo que yace en nosotros.
La diferencia entre compasión y lástima
La compasión se define como simpatía y preocupación empática por los sufrimientos y las desgracias de otros. La lástima se acerca más al sentimiento de pena causado por el sufrimiento o las desgracias ajenas. Independientemente de que ambas definiciones sean similares, su uso en nuestra cultura es un poco diferente. La compasión se usa para describir emociones que pueden o no provocar acciones –basadas en sentirnos mal por la persona o una gratitud artificial que no te ocurre. La diferencia entre la compasión y la lástima, de acuerdo a los estándares culturales puede resumirse en lo siguiente: La compasión mira de verdad a las personas, mientras que sentir lástima es mirar con pena a las personas.
La compasión nos hace tomar acción, mientras que la lástima simplemente llama nuestra atención. Cuando miramos a las personas de verdad, buscamos internamente factores de motivación en su vida y buscamos cómo ayudarlos. Cuando sentimos lástima por alguien, tendemos a sacudir nuestras cabezas, mirar lejos o hablar de sus desgracias. Queremos que la compasión nos mueva porque Jesús nos ha llamado a actuar mucho más de lo que nos pide reconocer. Santiago 2:14 dice, “¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarle?” En otras palabras, ¿qué bueno puede ser tener discernimiento, una palabra motivadora o provisión para compartir si no la usamos?
Cuando sentimos lástima por alguien, ellos pueden sentirlo. Cuando un hombre bien vestido mira mal a una persona con mal aspecto, si, llamo su atención, pero empequeñece al hombre. Cuando el hombre bien vestido trata al hombre pobre como su compañero con la intención de darle esperanza, lo empodera a pensar diferente. En el famoso proverbio chino que comúnmente confunde con una escritura bíblica, leemos “Dale al hombre un pez y lo alimentarás un día. Enséñalo a pescar y lo alimentarás toda la vida”, Podemos enseñar a las personas a través de la esperanza en el evangelio, y podemos esparcir la esperanza a través de acciones motivadoras. La lástima no produce esperanza, los actos de compasión sí.
Cómo encaja el perdón en nuestro propósito
A menudo se acepta que todo lo que valga la pena tener requiere un sacrificio de algún tipo. El perdón nunca es una decisión sencilla. Incluso cuando nos movemos por la compasión, podemos tener dudas de si hicimos o no lo correcto. Podemos temer que no nos defendimos lo suficiente. Podemos temer que la persona se sale con la suya o que lo pueden volver a hacer. Podemos temer que sacarán ventaja de nosotros. Algunos incluso pueden sentir presión de aquellos que no se han movido de la misma forma de nosotros en materias de perdonar. La fuente de este miedo es el orgullo. Cuando dejamos nuestro orgullo, nos acercamos a nuestros verdaderos seres, eso significa que estamos conectados con Cristo.
A menudo descubrimos nuestro propósito a través de pruebas, y hay ciertamente propósito en el perdón. En Mateo 22:37-40, Jesús nos da dos grandes mandamientos para cumplir la ley:
“Y Él le dijo: AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.”
Nuestro propósito se encuentra en estos dos mandamientos y la base es el amor. Según la definición de amor puro encontrada en 1 Corintios 13:4-7, “El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” Si amas a alguien, lo más probable es que tengas que perdonarlos en algún momento, y cuando te enfrentes con la decisión de perdonar, recuerda el mandamiento de amar y el mandamiento de perdonar. Dios ha establecido estos mandamientos para nuestro bien y Su gloria. El amor es una fruta del espíritu como vemos en Gálatas 5:22. Nuestro propósito de amar a otros y perdonar es la forma más poderosa en la que podemos amar.
¿Perdonar o no perdonar?
Ahora está claro que el perdón es poderoso, tanto para nosotros como para aquellos a los que perdonamos, pero ¿hay momentos en los que no deberíamos perdonar a alguien? Jesús dice que debemos perdonar “siete veces siete” pero ¿qué ocurre con las situaciones de abuso o manipulación intencional? Las escrituras son claras al mencionar que el perdón es lo que se nos pide hacer sin importar la situación. Habiendo dicho eso, la pregunta más apropiada no es si debemos perdonar o no, sino, si debemos quedarnos en ciertas situaciones. Si estamos en una relación abusiva, nunca debemos sacrificar nuestra seguridad y justificar nuestros medios de quedarnos con el “perdón”. Esta es una perspectiva errada del perdón que se parece más a permitir. Perdonar no significa que tengas que quedarte en relaciones o en situaciones en las que te encuentras en riesgo. Cuando perdonamos a alguien, le damos una oportunidad para cambiar. Como Laura Petherbridge coloca en su artículo de Crosswalk “Lo que NO es el perdón”, “el perdón no es alejar a la persona de su responsabilidad”. A menudo cuando las personas entienden la magnitud de la gracia que se les ha dado, toman acción para cambiar –aunque no todos lo hacen. Esto es lo que ocurre en nuestras relaciones cuando entendemos el lugar que Jesús tomó por nosotros. Debemos recordar que no es nuestra responsabilidad hacer que alguien cambie. Nuestra responsabilidad es simplemente darles esa oportunidad. Si la toman o no, ya está fuera de nuestro control.
Cuando nos conectamos con la compasión, desbloqueamos el poder del perdón que Jesús usa. Esta compasión causa un cambio en nuestra percepción, y nos empodera a cumplir parte de nuestro propósito que es amar a otros. Ejercer la compasión y establecer límites sanos para el perdón lo hacen tan efectivo como tiene que ser. Según este estudio de la Universidad de Berkeley, se descubrió que actos de compasión conllevan a tener vidas más saludables mentalmente, y esto se considera necesario para sustentarnos a nosotros mismos.
El perdón es continúo
Como creyentes sabemos que, a través del Espíritu Santo transformando nuestras vidas, podemos tener compasión para con los demás y ejercer las decisiones de perdonar y amar. Como motivación adicional, el amor y el perdón son acciones que Dios nos manda a hacer en las escrituras. No podemos hacer esto por nosotros mismos, el Espíritu Santo nos guiará con las herramientas que necesitamos para llevar a cabo estas acciones y Dios usará estas oportunidades para crecer en nosotros. Podemos mirar las vidas de José y Moisés en el Antiguo Testamento, por ejemplo, y ver cómo su sufrimiento y habilidad de confiar en Dios a pesar de sus circunstancias produjo fortaleza y crecimiento espiritual. Oro por que tomes decisiones conscientes para perdonar continuamente a aquellos que te han herido, recuerda el perdón de Dios el Padre por tus pecados y la constante intercesión de Jesús y el Espíritu Santo por ti.
Si te ves a ti mismo recordando heridas del pasado y te encuentras tentado a comenzar un ciclo de rabia y resentimiento, di en voz alta a Dios “Elijo seguir perdonando a esta persona porque Tú me has perdonado”. Los males hechos en tu contra pueden pertenecer a una persona que está lejos o cerca, viva o fallecida, amigo o enemigo… no necesitan estar presentes para que los perdones en tu corazón. El perdón es el beneficio mutuo de ambas partes, si ellos eligen ignorar tu perdón o si están constantemente ignorándolos ya depende de ellos. Tú serás capaz de seguir creciendo en tu vida, sabiendo que el perdón de Dios te permite vivir una vida con un propósito eterno y parte de ese propósito es amar y perdonar a otros.
Kyle Blevins es el contribuidor del blog, REDIRECCIONADO, que se enfoca en redescubrir el propósito a través del amor. Su vida quebrantada dio un giro luego de estar rodeado de personas positivas que creyeron que él era capaz de más. Su pasión es conectar y motivar a esas personas que buscan un nuevo comienzo en la vida y en Cristo. Puedes seguirlo en su blog en iamredirected.com