A través de las escrituras sabemos bien que Dios todo lo sustenta y todo lo gobierna por medio de su mucha sabiduría. Sin embargo, ¿por qué nos es tan difícil confiar completamente en el Señor y en su divina providencia? ¿Por qué nos encontramos nos encontramos ansiosos y preocupados tan seguido y tan desesperados con el día de mañana?  

Como pecadores, fallamos constantemente por dejar de confiar plenamente en el Señor, y depositamos nuestra confianza en nosotros mismos presumiendo que sabemos más que Dios mismo como gobernar el mundo y nuestras propias vidas. Por lo tanto, no es sorpresa que estando en medio de la incertidumbre y tempestades que surgen delante de nosotros, nos encontremos desesperados, lo que es una consecuencia directa de la ausencia de confianza en Dios y su resguardo.    

Por ese motivo, Proverbios 3:5 nos advierte y nos aconseja que “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.”   

Es imprescindible creer en la providencia divina para que tengamos una confianza placentera en Dios y en sus obras. El catecismo menor de Westminster dice que “las obras de la providencia de Dios son su manera santísima, sabia y poderosa de preservar y gobernar a todas sus criaturas y sus acciones”

Con respecto a este tema, Juan Calvino también diserta sabiamente en el primer volumen de la institución, capítulo XVII lo siguiente:

“Por el contrario, tan pronto como la luz de la providencia de Dios se refleja en el alma fiel, no solamente se ve ésta libre y exenta de aquel temor que antes la atormentaba, sino incluso de todo cuidado. Porque si con razón temíamos a la fortuna, igualmente debemos sentir seguridad y valor al ponernos en las manos de Dios. Nuestro consuelo, pues, es comprender que el Padre celestial tiene todas las cosas sometidas a su poder de tal manera que las dirige como quiere y que las gobierna con su sabiduría de tal forma, que nada de cuanto existe sucede sino como Él lo ordena.”      

La doctrina de providencia nos enseña y nos convoca a confiar, obedecer y encontrar placer en el Señor con la certeza en nuestro corazón de que todo trabaja para el bien de aquellos que aman a Dios (Romanos 8:28) Teniendo la certeza de que hasta los inconvenientes por los cuales muchas veces pasamos son utilizados por Dios para el bien, exhortación, y disciplina de aquellos que Dios ama (Hebreos 12:4:13). Aún cuando no comprendemos en el momento el motivo de algún acontecimiento debemos recordar que no es necesario entender, sino aceptar de manera humilde y de corazón sincero todo aquello que el Señor permite sin nunca olvidarnos también de nuestra responsabilidad humana ante Él.     

Por tanto, como Calvino lo afirma “el corazón cristiano cuando se persuade de absoluta certeza de que todo sucede por la administración de Dios y no por simple coincidencia, siempre volverá sus ojos hacia Él como la causa principal de todas las cosas” (Instituciones Cristianas vol.1).

En vista de esto, necesitamos estar dispuestos a confiar enteramente en el Señor sin reservas, así como entregar nuestras vidas en sus manos, pues podemos afirmar que no existen manos más seguras. ¡Como son felices aquellos que confían en la providencia divina, con convicción de que nada sale de su control! Ese esta confianza la que trae alivio y regocijo al corazón de aquellos a los que Dios otorga su inmensa gracia, arrancandolos de su ceguera estableciendo una total dependencia en su misericordia.     

La certeza de que Dios es soberano por sobre todo, de que todo lo sustenta y preserva conforme a su divina voluntad, debe de generar en nosotros una gran gratitud por el cuidado que, sin merecimiento alguno, nos es conferido y nos asienta en nuestro lugar como criaturas dependientes de su creador. De esta manera sabemos que esa misma confianza nos produce paciencia en las adversidades así como seguridad inquebrantable en Dios.

Por lo tanto “Bendito es el hombre que confía en el SEÑOR, cuya confianza es el SEÑOR. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto” (Jeremías 17:7-8).

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Esta es la traducción de un artículo escrito por Késia Almeida originalmente publicado en el blog de Inconformados. Traducido y publicado con permiso del autor.

Encuentre el artículo original en Portugués aquí: A confiança em Deus e em sua

***Traducido al Español por Ernesto Santiago