Los últimos años, he estado turbado y en momentos perturbado, frente a la degradación en nuestra sociedad - valores familiares, confianza pública, integridad, etc. Sin embargo, mi tema actual tiene que ser la responsabilidad personal, o al parecer la falta de ella.

Estamos constantemente expuestos a los hechos negativos por parte de figuras públicas, celebridades y hasta “gente común” a través de los medios. Como resultado de este deslave de malos hechos públicos, el mundo ha aceptado, como lugar común, la réplica universal inmediata de negar cualquier acusación y luego racionalizar el por qué las acciones no merecían la pena de ser condenadas, así como su propio comportamiento.

Estamos casi condicionados a escuchar la respuesta, “No soy responsable (por lo que hice porque nací así, es un resultado de una experiencia pasada o es la culpa de alguien más”

Incluso, me he encontrado a mí mismo con este comportamiento.

En (muy extrañas) ocasiones, a veces (ligeramente) excedo el límite de velocidad. Durante esos momentos de juicio desviado (y si de pronto paso a un oficial de la policía), mi reacción instantánea (aparte de orar por gracia y porque no me detengan) es salir con razones del “porqué” tenía que conducir tan rápido (en el evento de que me pidieran detenerme).

De igual forma, cada tanto en una luna azul me preguntan por algo que me fue asignado para completar (lo cual yo, por inadvertencia, aplacé) y mi primer pensamiento es considerar una explicación irresistible, la cual me impidió completar la asignación.

¿Soy solo yo o es que ya no tomamos responsabilidad (inmediata) por lo que hacemos (o no hacemos) o por los errores que cometemos?

Me parece que puedo echarle la culpa a Adán, quien dejó muy claro desde antes qué hacer (o qué no hacer).

“Y el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás? Y él respondió: Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí. Y Dios le dijo: “¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del cual te mandé que no comieras? Y el hombre respondió: La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” (Génesis 3:9-12)

Adán nos enseñó a correr y escondernos de nuestro acusador y culpar a alguien más por nuestras acciones, en este caso al mismo Dios. Si notamos que común es dejar de tomar responsabilidad hoy en día, muchos culparían a la Gran Comisión - “Ve al mundo y evade toda responsabilidad personal por tus acciones.”

No solo Adán fue nuestro ejemplo.  

Sabiendo que Caín había asesinado a su hermano, “el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?” Génesis 4:9

Caín clamó que él “no tenía conocimiento de lo que había ocurrido” ¿Cuán a menudo escuchamos una situación similar en los medios solo para descubrir luego que la persona era la responsable?

Luego del regreso de Moisés del Monte Sinaí, le preguntó a Aarón “Entonces dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado? Y Aarón respondió: No se encienda la ira de mi Señor; tú conoces al pueblo, que es propenso al mal.” (Éxodo 32:21-22)

Aaron no se enfrentó a los Israelitas en apoyo a Moisés cuando este se atrasó al regresar de la montaña no hizo lo que era correcto a los ojos de Dios, por el contrario, Aaron siguió con los deseos de la gente, y luego los culpó a ellos por sus acciones propias.

Posterior al arresto de Jesús, Pedro fue seguido muy de cerca y fue reconocido por una sirvienta. “Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres galileo. Pero él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a este hombre de quien habláis! Al instante un gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y se echó a llorar.” (Marcos 14:70-72)

¿Cuán lejos llegarás evadiendo responsabilidad por tu conocimiento, acciones y valores en la cara de la vergüenza, seguridad personal u opinión pública negativa? ¿Te harás cargo de tus creencias o admitirás el haber obrado mal, o correrás, te esconderás y culparás a otros por tu situación o transgresiones?

A veces escucho a la gente decir, “Si no fuera por esto o aquello, estaría casada y feliz” o “Si esto o aquello no hubieran ocurrido, estaría en un lugar mucho mejor” o “no es mi culpa porque...” Está bien, quizás hay circunstancias únicas en tu caso en las que a alguien o algo se les puede atribuir el haber tenido un impacto negativo en una parte de tu vida, pero ahora eso es historia.

Es momento de que dejemos de culpar a un evento o persona pasados por nuestras acciones o estado de nuestros asuntos y comenzar a dar los pasos necesarios hacia donde queremos estar y hacia donde Dios nos creó para estar. Si vamos a hacer alguna diferencia en este mundo como creyentes, necesitamos responsabilizarnos por nosotros ahora, sin importar la consecuencia.

Winston Churchill una vez dijo, “El precio de la grandeza es la responsabilidad”

Dios nos bendijo con el poder de tomar nuestras propias decisiones. la decisión de recibirlo, seguir su mundo, amar a otros, perdonar a otros, perdonarnos a nosotros mismos, aprender de los errores, vivir por un propósito mayor, etc.

Podemos elegir aceptar la responsabilidad por quienes somos, lo que hacemos y si vamos a seguir haciendo excusas para explicar porque no “estamos” donde deberíamos.

Especialmente como adultos, ¿quiénes somos para culpar a otros por lo que ocurre en nuestras vidas? ¿Culpamos a nuestros padres, al “sistema”, a nuestros amigos, a nuestro trabajo o incluso al lugar donde vivimos? ¿o estamos dando los pasos necesarios para crecer, aprender y vivir de forma santa?

Si pasamos nuestra vida entera respondiendo “No lo hice, no es mi responsabilidad - es la de alguien más”, lo será incluso cuando una oportunidad se presente.

“Porque cada uno llevará su propia carga” Gálatas 6:5