Sin mancha ni defecto
Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estos acontecimientos, esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él. 2 Pedro 3:13-14
El Adviento no es una fiesta más en el calendario de la Iglesia, sino una actitud de fe, de vida, y de compromiso. El Adviento es una época en la que nos preparamos para el acontecimiento más grande de la historia: la llegada del Mesías.
El Mesías ya vino al mundo, vivió, murió, resucitó y ascendió a los cielos. La esperanza que inundó los corazones creyentes es que Jesús regresaría de nuevo. Pedro habla de esta promesa definiéndola como una espera por “un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia”.
Explicar cómo serán el cielo y la tierra nueva, sería entrar en una amplia discusión teológica. Lo importante es saber cómo se entrará. Para ingresar se requiere que seamos justos, en comunión con Dios. Ser hallados “sin mancha ni defectos”, ser santos.
Sin embargo, ningún ser humano puede, por sí mismo, santificarse totalmente. Entonces, ¿quién podrá entrar en el cielo y la tierra nueva?
Para darnos este derecho fue que Cristo vino al mundo. Sólo cuando confiamos en su santidad y en su muerte por nuestros pecados, somos declarados aptos para heredar los nuevos cielos y tierra. Para ello escuchamos el evangelio y participamos de los sacramentos. De esta manera el Señor nos prepara para aguardarlo, confiados en el perdón y la vida eterna que él nos da.
ORACIÓN: Padre celestial, te doy gracias por haberme hecho ciudadano de tu reino por medio de Jesucristo, mi Salvador. Amén.
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