Un solo cuerpo
“Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.” Gálatas 3:28
Si entendiéramos nuestra verdadera razón de ser en este mundo, comprenderíamos que somos parte del cuerpo de Cristo. Como tales, es nuestra responsabilidad y privilegio reconocer y aprovechar cada oportunidad que se nos presenta para hacer la voluntad del Padre.
Dios nos da la diligencia. Nosotros debemos poner todo en sus manos, ya que Él es el único que puede darnos la fortaleza para hacer las cosas. Como parte de ese Cuerpo Santo, debemos siempre evitar hacer lo que en sus Mandamientos no nos permite, aún cuando nuestra carne pecadora nos impulsa a hacerlo, ya sea consciente o inconscientemente.
Nuestro cuerpo es un templo sagrado del Espíritu Santo, y lo profanamos a diario. Pero si pedimos perdón de corazón, todo se limpia por la fe en Cristo nuestro Redentor quien murió por todos nuestros pecados.
Dios, en su gran amor por nosotros, nos deja ser parte de su familia. Como hijos suyos, tenemos el privilegio de ser herederos de sus promesas. Nuestra fe es la única guía para seguir adelante con toda nuestra vida.
ORACIÓN: Bendito Padre, ayúdame para que en cada momento de mi vida estés en mi corazón y en mi mente. Te doy gracias por tus promesas y por haberme hecho parte de ese gran Cuerpo que, aunque no somos perfectos, estamos haciendo algo para servir y amar a los demás. En el nombre de Jesús. Amén.
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