Y cuando se cumplieron los días para que, según la ley de Moisés, ellos fueran purificados, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo ante el Señor y cumplir con lo que está escrito en la ley del Señor: «Todo primer hijo varón será consagrado al Señor», y para ofrecer un sacrificio en cumplimiento de la ley del Señor, que pide «un par de tórtolas, o dos palominos». (Lucas 2:22-24)
LOS NIÑOS Y EL SEÑOR
Cuando Jesús tenía cuarenta días de nacido, María y José lo llevaron al templo para presentarlo ante Dios y ofrecer un sacrificio, como lo requería la ley de Moisés. Este era el segundo ritual que todo buen padre judío hacía, para hacer crecer a su primogénito en el amor del Señor. Más tarde le enseñaría sobre el bien y el mal, las historias de la salvación de Dios, etc. Pero ahora, antes de que Jesús tuviera seis semanas de vida, María y José ya estaban en el buen camino.
Si has tenido la experiencia de criar niños, sabes que no es nada fácil. Como padres los preparamos lo mejor que podemos para enfrentar las dificultades del mundo quebrantado en que vivimos: oramos por ellos, les enseñamos acerca de Dios y los amamos, y esperamos que se mantengan firmes en la fe.
A veces eso se hace realidad y nos alegramos. Otras veces, sin embargo, los vemos alejarse del Señor y se nos parte el corazón. Pero no estamos solos; a Dios también se le parte el corazón. Nosotros los amamos mucho, pero él los ama más aún.
Ese es nuestro consuelo: Dios ha plantado semillas de fe en el corazón de nuestros hijos pródigos que tanto amamos. A través del bautismo, la enseñanza, la oración y el ejemplo, hemos tratado de llevarlos a Cristo. Y por más que ahora estén alejados de él, Dios sigue llamándolos—llamándolos a su salvador Jesús, quien vivió, murió y resucitó por ellos.
Que el saber que Aquél que vino al mundo a buscar y salvar lo que se había perdido sigue buscando a tu hijo pródigo, te sirva de consuelo. Sigue orando, esperando y confiando. Dios te ama tanto a ti, como a él.
ORACIÓN:Querido Señor, ten misericordia de quienes se han apartado de ti y vuélvelos nuevamente a ti a través de tu hijo Jesucristo. Amén.
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