Febrero 21
Leer Marcos 2:23-28
ARRANCANDO ESPIGAS
Un día de reposo, mientras Jesús pasaba por los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas a su paso. Entonces los fariseos le dijeron: ‘¡Fíjate! ¿Por qué hacen éstos en el día de reposo lo que no está permitido hacer?” (Marcos 2:23-24)
A cualquiera se le hace difícil vivir de acuerdo con las expectativas meticulosas y exigentes de los demás. Jesús y sus discípulos tuvieron que lidiar con lo mismo en una oportunidad en que iban caminando y los fariseos los vieron arrancando espigas para comer.
Tenían hambre. ¿Por qué no comer un poco? La ley judía lo permitía explícitamente, siempre y cuando no se llevaran los granos del prójimo en contenedores. Pero los fariseos no iban a aprobar tal conducta; oh, no. Los acusaron de que estaban “cosechando”, lo que era un trabajo prohibido en el día de reposo.
Hubiera sido más fácil si Jesús hubiera discutido con ellos. ¿Desde cuándo arrancar un poco de grano es “cosechar”? Pero Jesús evita la pregunta sobre “cuánto es demasiado” y va derecho al grano: ¿acaso la ley del día de reposo estaba hecha para ser una carga para el pueblo, o para ser una bendición? Luego les recuerda que el Rey David había quebrantado una ley mucho más seria al alimentar a sus hombres, y termina diciendo: “El día de reposo se hizo por causa del género humano, y no el género humano por causa del día de reposo. De modo que el Hijo del Hombre es también Señor del día de reposo” (Marcos 2:27b-28).
Ahí está el centro de todo: Jesús es el Hijo de Dios y eso lo convierte en experto en sus propias leyes. Pero también es Hijo del Hombre, el único ser humano perfecto que está a punto de redimir al resto de la humanidad. Él está cargando sobre sus hombros el peso total de la Ley de Dios, cumpliéndola a la perfección, y preparándose para el día cuando va a tomar nuestro lugar y asumir nuestra culpa sobre sí mismo, cubriéndonos con su perfección.
¿El resultado de su amoroso sacrificio? Una cosecha completa de humanidad recogida como se recoge el grano bueno en el granero de Dios (ver Mateo 3:12). Y no porque hayamos obedecido un sinnúmero de leyes, sino porque hemos confiado en Jesús, quien cumplió la Ley por nosotros y nos dio perdón, libertad y vida eterna.
Oración: Querido Padre, te doy gracias por todas las cosas con las que me has bendecido, pero más que nada te doy gracias por tu hijo Jesús, mi salvador. Amén.
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