No más sacrificios
Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió.
Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo.
Génesis 3:21, 1 Juan 2:1-2
Es muy difícil para nosotros en esta época comprender todo lo que significaban los sacrificios sobre los cuales leemos en el Antiguo Testamento, y que fueron comenzados por el mismo Dios. El pueblo de Israel ofrecía distintos sacrificios con diferentes propósitos, y todos venían del mandato de Dios.
Había sacrificios por pecados, para consagración, por compromiso, y como devoción a Dios, así como también sacrificios de adoración entre el Señor, el sacerdote, y el devoto. Todos ellos simbolizaban y presagiaban el perfecto y completo sacrificio de Jesús, el Mesías.
En el sacrificio de Jesús, Dios tomó el castigo del pecado una vez y para siempre. Él fue resucitado para vivir una vida nueva y eterna. Su muerte fue nuestra muerte, y su vida es también nuestra ahora. ¡Y todo es un regalo! ¡Todo es por gracia!
Podemos admitir ante los demás que somos pecadores y necesitamos ser perdonados. Pero también podemos compartir el Evangelio de Jesús y su perdón con todos los que necesitan oírlo. Todos tenemos un Salvador. Él murió por todos en ese primer Viernes Santo, y vive con nosotros para siempre.
ORACIÓN: Señor Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, gracias por hacer de tu peor viernes, nuestro mejor viernes. Amén.
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