Una limpieza inusual
“— ¡No!—protestó Pedro. ¡Jamás me lavarás los pies! –Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.”Juan 13:8
A Pedro le daba vergüenza que su Señor hiciera una tarea que ni siquiera se le exigía a un esclavo judío. Al hacerlo, estaba siguiendo la vieja costumbre que tenemos las personas de decirle a Dios cómo debe ser adorado.
No hace mucho, durante un servicio de adoración, había un niño que se daba vuelta para atrás y le sonreía a todos los que estaban a su alrededor. Cuando su mamá se dio cuenta, le dio una pequeña palmada, y le dijo: “¡Deja de sonreír, estás en la iglesia!” El niño se puso a llorar, y la mamá volvió a sus oraciones.
Lo que esta historia nos enseña es que, los cristianos que hemos sido lavados de nuestros pecados en la sangre del Cordero, no siempre actuamos como hermanos y hermanas de un Salvador inusual.
Dios quiere ser adorado en espíritu y en verdad, y a esto nos llama cuando nos sirve a través de sus dones de gracia. Nosotros mostramos que Dios nos ha hecho parte de Jesús cuando, habiendo sido perdonados por nuestros pecados, y con los corazones en paz, el lavado del Evangelio produce marcas de risa en nuestros rostros.
ORACIÓN: Padre celestial, envía tu Espíritu para que pueda vivir con alegría. En el nombre de Jesús. Amén.
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