La ambición humana
No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Filipenses 2:3
La ambición es un deseo ardiente. Una persona llena de ambición generalmente trabaja arduo para alcanzar sus objetivos, y bien puede ser empleada para la gloria de Dios. Pero cuando se convierte en instrumento del orgullo humano –un mero deseo de ejercer poder e influencia sobre otras personas—deja de servir a los propósitos de Dios.
Cuando no es encauzada para dar gloria a Dios, la ambición se puede convertir en algo peligroso que exalta el orgullo y la altanería que hace que, algo que empezó como una maravillosa y entusiasta motivación, termine siendo destructivo y cruel, especialmente cuando lastima a otros.
Es por la ambición sin razón –y todo otro pecado conocido por el hombre—que Dios envió a su Hijo a este mundo pecador. Jesús vino a reconciliarnos con el Padre a través de su sacrificio perfecto, a fin de que todo el que cree en él ya no esté perdido o condenado, sino reciba el perdón de sus pecados y la vida eterna.
Quienes viven con fe en Jesús, disfrutan de la paz que sólo Dios puede dar, paz que reemplaza la tiranía de la ambición humana con el deseo genuino de amar y servir a Dios por sobre todas las cosas.
ORACIÓN: Señor Jesús, nos amaste tanto como para humillarte incluso ante la cruz, y morir una muerte dolorosa por nosotros. Ayúdanos a ser humildes y a servirte a ti, y a quienes pones en nuestro camino. Amén.
El autor de este devoción es John Donkoh, Director de la oficina de Cristo Para Todas Las Naciones en Ghana, África.
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