A desarmar y guardar

María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón, y meditaba acerca de ellas.  Lucas 2:19

A algunas personas les gusta desarmar el arbolito y guardar los adornos de Navidad enseguida, mientras que otras no lo hacen hasta después del Día de Reyes, o Epifanía. Personalmente, no quiero ni pensar en el tedioso proceso de desarmar el arbolito y acomodar las guirnaldas de luces y los adornos nuevamente en sus cajas.

Cada año pienso que deberíamos decorar menos y deshacernos de algunos adornos. Pero, cuando llega el momento de hacerlo, al sacar cada adorno recordamos las pequeñas manitos que lo hicieron, o la Navidad en que lo recibimos como regalo, y no logramos desprendernos de ellos. Ninguno tiene un gran valor monetario, pero los recuerdos que nos traen son impagables.

¿Qué guardó María de su primera Navidad? No guardó restos de Jesús, o un mechón de sus cabellos, o una muda de sus ropas. Ninguna de esas cosas es de valor. Ni siquiera el establo donde Jesús nació o el pesebre que le sirvió de cuna tienen un valor especial.

Lo que María guardó después de la Navidad lo guardó en su corazón, no en una caja: ella guardó el recuerdo de las palabras que Dios le había dicho - de sus promesas - de su fidelidad. María no guardó las cosas superficiales de la Navidad, sino la raíz, el corazón radical de lo que Dios había hecho.

¿Qué va a guardar usted esta Navidad? Cuando todo esté nuevamente guardado hasta el año que viene, ¿qué quedará en su corazón?

ORACIÓN: Querido Jesús, ayúdame a recordar tu amor. Cuando las celebraciones se conviertan en sufrimientos y vengan los días de preocupación y problemas, ayúdame a recordar que tu amor me ha dado el mayor regalo de todos. Amén.

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