Sin excepción
No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20
Ese pasaje de Eclesiastés incluye a todos, no deja mayor espacio cuando el autor dice: “No hay en la tierra nadie tan justo”.
Cuando escuchamos estas palabras, la mayoría de nosotros inmediatamente pensamos en algunas excepciones a la regla. Después de todo, toda regla tiene su excepción.
Pensemos en buenas personas, no excelentes personas. ¿Qué tal San Francisco de Asís? ¿La Madre Teresa? ¿Albert Schweitzer? No, todos ellos tienen alguna falla o defecto. ¿Alguien más que se le ocurra? ¿Qué tal George Washington? Él fue un hombre bueno; me refiero a que, como todos sabemos: “Él no podía decir mentiras”.
¿No decir mentiras? Hasta el mismo George Washington hizo cosas indebidas.
Prueba del hecho proviene de la biblioteca más antigua de Nueva York. Uno de sus registros muestra que el primer Presidente ha logrado acumular multas durante 220 años por libros que sacó prestados, pero nunca devolvió.
Uno de los libros fue “Ley de Naciones”, y el otro fue un volumen de debates de la Casa Británica de los Comunes.
Me pregunto: “Si un gran hombre como Washington fue pecador, ¿qué queda para nosotros?”
Por eso doy gracias a Dios, porque su Hijo sin pecado vino a este mundo para tomar nuestro lugar. En su vida Jesús cumplió las leyes que nosotros quebrantamos, y en su pasión él cargó con los pecados que nosotros cometemos.
Gracias a Jesús, hay perdón para pecadores como usted, como yo, e incluso como el padre de los Estados Unidos, George Washington.
ORACIÓN: Señor Dios, sé que por mí mismo estoy perdido, pero también sé que tú has hecho todo lo que era necesario para perdonarme y recibirme como hijo tuyo. Ayúdame a honrarte con mi vida. En el nombre de Jesús. Amén.
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