Somos suyos
Te puse nombre, mío eres tú. Isaías 43:1
La mayoría de las personas quieren ser recordadas. Pero la realidad es que hay millones de ellas alrededor del mundo que nunca conoceremos. Lamentablemente, muchas de esas personas morirán sin conocer al Salvador.
Pero la iglesia de Cristo sigue celebrando y anunciando el nacimiento de Jesús, como lo hicieron los primeros pastores que fueron de prisa y hallaron a María y José, y al Niño acostado en el pesebre. Al ver al Niño, los pastores contaron lo que se les había dicho acerca de él. Todos los que estaban escuchando quedaron asombrados de lo que decían, pero María guardaba todo esto en su corazón, y meditaba acerca de ello. Al regresar al campo, los pastores iban alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo había sucedido tal y como se les había dicho (Lucas 2:16-20).
Nuestra oración, anhelo y compromiso es anunciar el evangelio a todas las naciones: todos necesitan saber que Cristo les ama y que jamás serán olvidados. No sabremos quién ha creído, pero cuando llegue el fin del mundo las tumbas se abrirán, las que tienen nombre y las que no lo tienen, y entonces se sabrá. Los cristianos no tememos este acontecimiento. Confiados por Jesús en la certeza de nuestra resurrección a la vida eterna, podemos declarar con confianza: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia” (Filipenses 1:21).
¿Cómo será nuestro sepulcro? ¿Seremos recordados, u olvidados? ¡No importa! ¡Lo que sí importa es que por nuestro bautismo pertenecemos a Jesucristo! Dios nos lo recuerda, diciendo: “Te puse nombre, mío eres tú”. Por lo tanto, vivamos con gozo, porque Dios nunca nos va a olvidar. ¡Sus promesas siempre son seguras!
ORACIÓN: Gracias, Señor, por no olvidarte nunca de todos nosotros. Amén.
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