Decisiones
Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos. Gálatas 4:4-5
El niño acababa de terminar la última porción de pastel cuando su madre entró en la cocina. Con severidad en la voz, le dij "¡No puedo creer que te comieras todo! ¿Cómo es que no pensaste en tu hermana?" Con total falta de tacto, él le respondió: "Mamá, eso no es justo. Estuve pensando en ella todo el tiempo. Cada vez que daba un bocado, pensaba: ‘espero terminar antes que venga'".
Los adultos no somos mucho mejor que ese niño. Sabemos lo que es correcto, pero frecuentemente no lo hacemos.
Esa verdad la pude comprobar personalmente esta mañana, cuando manejaba al trabajo. Cuando entraba a la vía expresa, encontré que los otros conductores iban a 20 millas por hora - por encima del límite permitido. Tenía unos pocos segundos para decidir si respetaría el límite de velocidad (y observar a los otros conductores pasarme zumbando), o unirme a los que no respetaban la ley.
Opté por unirme a ellos. Eso no significa que estuviéramos haciendo lo correcto, porque cuando divisamos un patrullero, todos bajamos rápidamente la velocidad hasta el límite permitido.
Pero hicimos lo correcto solamente hasta que el patrullero se perdió de nuestra vista; luego, nuestros velocímetros comenzaron a subir nuevamente.
Me imagino que cada vez que hacemos algo así, el Señor debe sacudir la cabeza y pensar que sus hijos no cambian nunca. Es muy evidente que necesitamos un Salvador. Y deberíamos estar muy agradecidos porque tenemos uno.
Gracias a Dios que tenemos la bendición de contar con Cristo como nuestro Redentor. Su perfección ha logrado todo lo que nosotros nunca podríamos lograr. Su sufrimiento, muerte y resurrección, nos ofrece perdón, esperanza y vida eternidad en el cielo.
En su honor trataré de portarme mejor.
ORACIÓN: Señor, te doy gracias por enviar a tu Hijo para nacer bajo la ley, para que así yo pueda ser perdonado de mis ofensas. Ayúdame, para que mi vida sea un testimonio de su amor. En el nombre del Salvador. Amén.
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