Lecciones de Irma
De la Palabra de Dios: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría” (Salmos 90:12).
Hay fenómenos atmosféricos que nos toman por sorpresa, como los terremotos. No se puede hacer nada porque son sorpresivos. Hay otros, como los tornados, para los que se ha implementado un sistema de aviso, pero el lapso de tiempo es muy breve, apenas para buscar refugio.
No sucede así con los huracanes. Gracias a toda la tecnología con que ahora contamos, se puede seguir el curso de estos desde su formación, ver cuánta fuerza van cobrando, hacer pronósticos de la trayectoria y momento de llegada.
Para los que vivimos en zonas de paso de huracán eso representa mucho, puedes podemos tomar ciertas medidas, proteger nuestras casas, comprar provisiones, diseñar un plan en caso de evacuación, y, hasta cierto punto, estar preparados para el embate de semejante fenómeno.
Vivo en la Florida y en septiembre nos vimos bajo el impacto de Irma, un huracán al que muchos han catalogado como “monstruo”, una tormenta sin precedentes en el Atlántico. Sus secuelas han sido devastadoras. Vidas perdidas. Países prácticamente destruidos por completo, como la isla de San Martín en el Caribe. Ciudades que parecen barridas con un enorme buldócer, como Key West. Inundaciones en lugares como Jacksonville, al norte de la Florida, que han dejado a sus residentes sin poder regresar, nunca más, a sus casas. Pueblos pequeños carentes de recursos como Caibarién, en Cuba, donde la desesperanza se dibuja en los rostros que muestran las noticias.
A pesar de las medidas, de la preparación, el huracán dejó su marca indeleble, tanto así que nunca más una tormenta tropical llevará el nombre de Irma.
¿Qué quiero decirte con todo esto? Varias cosas.
1. Hay sabiduría en prepararse para sucesos de este tipo. No podemos simplemente cruzar los brazos, por muy grande que sea nuestra fe, Dios nos enseña que es sabio prepararse (lee Proverbios 6:6-8).
2. Hay tormentas en la vida, no atmosféricas sino a nivel personal, que nunca podremos enfrentar si antes no hemos tomado el tiempo de prepararnos con Dios. Es decir, si nuestra relación con él no ha llegado al punto de saber, y entender, que pase lo que pase, nuestras vidas están en sus manos, él tiene el control, nos ama igual, cuando la tormenta pase quedaremos como todos esos lugares, destruidos.
3. Cuando algo semejante sucede tenemos que recordar que vivimos en un mundo caído, sujeto a las consecuencias del pecado. No podemos esperar perfección hasta que Cristo venga y establezca nuevamente su reino de orden.
4. El carácter se refleja en las crisis. Cuando todo marcha bien, sobre ruedas, es fácil mostrar “carácter cristiano”. Cuando la vida se vuelve patas arriba, cuando estamos incómodos, cuando hay calor que no deja dormir, cuando no sabemos cómo empezar de nuevo, y muchas otras cosas más que alteran el ritmo al que estamos acostumbrados, la manera en que reaccionemos será una muestra fehaciente de nuestro verdadero carácter. Por eso es crucial que dejemos que Dios obre en nosotros cada día y nos lleve a la meta suprema, ser formados a imagen de Cristo.
5. Irma puso a muchos de rodillas en Miami y en muchos otros lugares. Nosotros en esta ciudad vimos la mano de Dios, desviando el curso, alejando el “ojo” del huracán. Sin embargo, en medio de todo yo pensaba: ¿por qué no vivimos siempre con esta actitud de dependencia de Dios? Y cuando pase, ¿se acordarán de darle la gloria al único que la merece? Mi querida lectora, cuando las tormentas pasen, y veas la calma, no olvides darle la gloria a Dios. Él es fiel, incluso si la noche parece interminable, si los vientos golpean y las casas se estremecen; o la vida parece derrumbarse. Sí, nos preparamos hasta donde podemos, pero al final, tenemos que rendirnos a Dios y saber que estamos en sus manos.
6. Aprende a cantar en medio de las tormentas. Mientras los vientos de Irma rugían contra las ventanas de mi casa, esta era la canción en mis labios: “yo sé que tú, mueves montañas, yo creo en ti, sé que lo harás otra vez, abriste el mar en el desierto, yo creo en ti, sé que lo harás otra vez… siempre has sido fiel”. (Puedes escucharla aquí). ¿Por qué cantar o, mejor dicho, por qué alabar a Dios? Porque cuando lo hacemos nuestro enfoque cambia de las circunstancias al que controla toda circunstancia.
7. Vivamos con un espíritu de gratitud constante. Nada de lo que tenemos podemos darlo por sentado pues en un abrir y cerrar de ojos puede desaparecer. Aprendamos que toda buena cosa viene de nuestro Dios, él da y quita, pero su nombre es siempre bendito, como dijera Job.
Quizá tú no vivas en un clima tropical y nunca te tocará lidiar con un huracán, pero alguna otra clase de tormenta puede estar a la vuelta de la esquina y mi oración es que estas lecciones de Irma sean útiles para ti también.
© 2019 Wendy Bello
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