VOLVIENDO A CASA
Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Lucas 15:17-19
Una mañana, con sorpresa descubrieron, que la mascota de la familia se había escapado de la casa. El simpático y cuidado perrito, ahora andaba vagando por todo el vecindario. En este peregrinar, se encontró con otros perros que vivían en la calle, los cuales al verlo limpio, sano y bien alimentado, decidieron lastimarlo con mordidas y riñas, así fue que el cachorro herido buscó ayuda y alimento, encontró un cesto de basura y un vecino de muy mal carácter le vertió aceite en su lomo produciéndole una enorme llaga.
El cachorro rápidamente se dio cuenta, que era tiempo de culminar su aventura y así decidió regresar. Su amo lo recibió entre risas y llanto, en tanto que el hijo no cesaba de dar gracias a su Padre, porque en ningún momento habían dejado de buscarlo.
Entonces vieron las heridas en el lomo del perrito, el padre le aconsejó poner ceniza en la llaga al menos tres veces al día, según pensaba él, ardería un poco pero es un remedio natural para que sane, cicatrice y cure definitivamente la herida.
La Biblia nos presenta un relato similar con la historia del Hijo Prodigo, este joven se apartó de la protección de su padre, vivió según las leyes del mundo, hizo desastres con su herencia, hasta que comprendió que debía regresar y así lo hizo. Su padre lo recibió con brazos abiertos pero el joven, previamente, debió pasar por un proceso angustiante: reconocer su pecado, dejar de lado su orgullo, arrepentirse, aceptar el perdón de Dios, perdonarse a sí mismo y sanar la herida. Si bien las consecuencias del pecado pueden perdurar, las heridas deben ser sanas para no dar lugar a la mentira de Satanás que por una o varias caídas dejamos de ser hijos.
La Biblia nos muestra muchos casos en la los antiguos hebreos mostraban su arrepentimiento rasgando sus vestiduras, tirándose sobre cenizas de rodillas, y polvo encima de sus cabezas, con Jesús, esto ya no es necesario, solo el verdadero arrepentimiento, el genuino y sincero de corazón.
El arrepentimiento es una decisión no una mera emoción, en consecuencia buscar la sanidad interior es un proceso quizá muchas veces angustioso, en el que Dios trabaja con nuestro ser en forma completa y plena. Para ello es necesario que muchas veces sometamos nuestro orgullo y con verdadero arrepentimiento tomemos la decisión mas sabia, la de volver a la casa del Padre.
No temas volver a los brazos de Papá, disfruta de su amor y deja que sane tu corazón, aunque tal vez las cenizas hagan arder un poco las heridas. De tal manera podrás servir mucho mejor a nuestro Dios, con un corazón sano, libre de heridas y amarguras.
Que en este día puedas sentir el calor y la seguridad del abrazo del Padre.
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