1 Peter 3

En la lectura de hoy:

Los deberes de los esposos y de las esposas; los sufrimientos y las recompensas; los deberes de los ancianos

Hay solamente una Fuente para el conocimiento y la fuerza. El Espíritu Santo guio al apóstol Pedro a escribir: «Si alguno habla, hable conforme a las Palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén» (I de Pedro 4:11). En contraste a la Palabra de Dios están las opiniones, los razonamientos, las culturas, y las tradiciones de los hombres. Nosotros no debemos de menospreciar, modificar, o ignorar la única guía para la vida que nuestro Creador nos ha dado como el patrón para enseñarnos las normas por las cuales vivir.

Las últimas palabras registradas que Jesucristo le habló personalmente al apóstol Pedro fueron a la orilla del mar de Galilea, cuando Jesús le preguntó tres veces: «Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? . . . Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que Te amo. Jesús le dijo: Apacienta Mis ovejas» (Juan 21:15-17). Pedro cumplió con esta comisión al comunicarnos la Palabra de Dios. El cuidar, defender, y guiar, y muchos más deberes son necesarios en los creyentes; pero la frase «Apacienta Mis ovejas» quiere decir enseñarles toda la Palabra de Dios, desde Génesis hasta Apocalipsis. Todos podemos estar involucrados en esto. Algunos saben escribir, otros editar, otros imprimir, mientras que muchos otros ayudan a mantener la distribución de los ministerios que enseñan sobre Jesús, pero Él también nos manda a nosotros, diciéndonos: «Apacienta Mis ovejas».

El principio que está escondido detrás de casi todos los empeños mundanos está basado en esta pregunta: «¿Qué puedo yo ganar de esto?» Este espíritu de avaricia, de orgullo, y del poder sobre otros ha penetrado tanto en todas las relaciones de nuestra sociedad presente que aun nuestras iglesias no están libres del peligro de las ambiciones de la auto-gratificación. Porque la Palabra de Dios es viva y nunca cambia, y porque la naturaleza humana permanece sin cambio, el mensaje que el Espíritu Santo le dio al apóstol Pablo para escribirle al joven Timoteo se mantiene igual para todos aun hoy en día: «Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en Su manifestación y en Su reino, que prediques la Palabra; que instes (estés listo) a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (enseñanza)» (II de Timoteo 4:1-2).

Pensamiento para hoy:

El crecimiento del creyente es evidente cuando se encuentra la satisfacción en ayudar a otros descubrir los valores espirituales.

Versículo de la semana para aprender de memoria: I de Corintios 13:3