En la lectura de hoy:
El compañerismo con Dios; la realidad y el remedio para el pecado; el peligro de los anticristos; los hijos de Dios y la justicia; que nos amemos unos a otros
Todos nosotros conocemos a alguien a quien admiramos y respetamos. A veces imitamos a esas personas en nuestras vidas. Nuestro Padre Celestial nos ha provisto el más incomparable Modelo en toda la historia — Jesucristo. Vamos a consagrar nuestras vidas a seguir Su ejemplo, aun como el apóstol Juan nos escribió: «Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado» (I de Juan 1:6-7).
Hay algunas personas que dicen que ellos tienen una relación con Cristo, pero todavía «(andan) en las tinieblas». Dios dirigió al apóstol Juan a escribir que ellos «(mienten) y no (practican) la verdad». «Las tinieblas» en la mente de la persona natural les lleva a estar siempre preocupada con sí misma, con el bienestar y el éxito personal. Pero, la mente espiritual que «(anda) en luz, como Él está en luz», está primeramente ocupada en que Cristo sea «exaltado» en sus pensamientos, conducta, y conversación con otros (II de Corintios 10:5; Romanos 12:1-2).
Una de las características de «las tinieblas» es el deseo de ser reconocido. Tales personas reciben un sentido de superioridad al atraer atención a sí mismas y siempre buscan cómo dominar la conversación. Con otras personas, «las tinieblas» aparece en la forma de ser impacientes, o de un espíritu muy sensitivo que fácilmente se ofende, o de una disposición a llevar un rencor o una venganza cuando otras personas les contradicen, o en la forma que critican.
Una disposición de ser celoso, o un espíritu secreto de envidia, o una disposición a hablar de las faltas y de los fracasos de otras personas en vez de hablar de sus virtudes todas son características de «las tinieblas». Algunas personas andan en «las tinieblas» con un espíritu de desaliento y de compasión de sí mismas, y están determinadas a pasar ese mismo espíritu a todos los que les presten atención. Dignos de lástima son las personas que siempre están preocupadas con su propia apariencia y sus propias ambiciones que les llevan a vivir sin interés alguno en alcanzar las almas, en un mundo perdido, con las Buenas Nuevas que Jesucristo murió para salvarles.
Vamos a ser como el rey David cuando él oró: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (Salmo 139:23-24).
Pensamiento para hoy:
Las personas que guardan odio o rencor en sus corazones se hacen más daño a sí mismas que lo que pueden hacerles a los que ellos odian.
Versículo de la semana para aprender de memoria: 1 Corinthians 13:3