En la lectura de hoy:
Las bendiciones espirituales en Cristo; las oraciones del apóstol Pablo; la unidad entre los creyentes; la misión de Pablo a los gentiles
El Dios que creó toda la humanidad nos ha elegido a ser Sus hijos. En hecho Dios, «nos escogió en Él (Cristo) antes de la fundación (del principio) del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él. . . . (En) quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia» (Efesios 1:4,7). Ninguna persona ni ningún poder nos puede robar de lo mejor que Dios ha preparado para nuestras vidas. Mientras que diariamente leemos y estudiamos Su Palabra con un gran deseo de hacer Su voluntad, entonces es que podemos orar y depender en el Espíritu Santo para guiar nuestras vidas «conforme al propósito (Su plan) eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor» (3:11).
Antes que Cristo viniera al mundo, solamente los judíos tenían un Pacto de relación con Dios. «En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (2:12). Los judíos al igual que todos los gentiles que han recibido a Cristo como su Salvador y Señor ahora tienen un Pacto de relación con Dios. «(Porque) por medio de Él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (2:13,18).
En el año 70 D.C., Dios usó a un general romano llamado Tito para destruir el templo, el altar de bronce del sacrificio, y todas las funciones del sumo sacerdocio. Todos estos eran meramente sombras del Mesías Jesús, quien ahora ha llegado a ser el Único Camino por el cual una persona puede acercarse al Único Dios Santo y Verdadero para adorarle: «en Quien (en Cristo) tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en Él» (3:12).
No es de gran sorpresa ver que Satanás busca cómo engañarnos para mantenernos bien ocupados haciendo aun «buenas obras» en un esfuerzo para quitarnos el tiempo para leer la Palabra de Dios, la cual puede hacer eficaz nuestras oraciones. Por razón de nuestro gran amor para con el Señor, el verdadero creyente anhela ese tiempo diario del diálogo de la oración (para hablar con nuestro Dios) y de leer Su Palabra (para oír a Dios hablarnos).
Oramos para «que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios» (Efesios 3:17-19).
Pensamiento para hoy:
La oración es una fuerza muy poderosa que va mucho más allá de nuestra sabiduría y fuerza limitadas.
Versículo de la semana para aprender de memoria: Romanos 6:15