En la lectura de hoy:
La oración de Pablo por los filipenses; el privilegio de sufrir por Cristo; la unidad que viene por la humildad; la exhortación de regocijarse en el Señor
El apóstol Pablo predicó por primera vez en Europa en la ciudad de Filipos. En el día de reposo, él fue al lugar donde oraban al lado del río y donde él conoció a Lidia, una mujer negociante de Tiatira que se había salvado junto con otros de allí, y así se estableció la iglesia de Filipos (Hechos 16:13-15). Un tiempo después, mientras que permanecía como prisionero en Roma, Pablo les escribió a estos conversos: «conforme a mi anhelo y esperanza de que . . . ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Filipenses 1:20-21).
Su encarcelamiento en Roma le dio la oportunidad de compartir las Buenas Nuevas de Jesucristo con la guardia selecta del imperio romano. Esta fue una gran oportunidad para hablarle a muchos sobre Jesús que es el Mesías predicho en las Escrituras, pues había un cambio de guardia tres o cuatro veces al día. Él pudo escribirles a los filipenses: «Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado (resultado) más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes (visibles) en Cristo en todo el pretorio (cuartel general), y a todos los demás» (1:12-13).
Pablo pudo animar a toda la iglesia, diciendo: «asidos de la Palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado» (2:16). Nuestro oficio en esta vida puede desenvolverse en la política, el ejército, el comercio, la educación, el trabajo manual, o ser ama de casa, pero nuestra ocupación primaria debe siempre ser: «de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado».
Todos nosotros tenemos un deseo natural por las comodidades físicas, la seguridad, y las cosas materiales. Sin embargo, al tomar nuestras decisiones, nuestra primera lealtad debe de ser a Cristo. Hay un almacén de riquezas y paz espirituales en Jesús que al mismo tiempo nos lleva a ver de poca importancia las posesiones terrenales.
El apóstol Pablo renunció a una carrera prominente por una vida de penalidades y persecución la cual estaba destinada a terminar en una muerte violenta. Sabiendo lo que el futuro le iba a traer, él dijo: «ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo . . . a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la participación de Sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en Su muerte» (Filipenses 3:8,10).
Pensamiento para hoy:
La felicidad nunca es el resultado de un acto pecaminoso.
Versículo de la semana para aprender de memoria: I de Corintios 13:1