Octubre 3
Una herencia imperecedera
1 PEDRO 1.3-5
Todos tenemos las necesidad fundamental de sentirnos seguros y protegidos. Pero cuando basamos nuestro sentido de seguridad en las cosas de este mundo, podemos esperar desilusión. Esto es particularmente cierto cuando se trata de nuestras finanzas. Estamos viviendo en tiempos muy inciertos de alto desempleo y de pensiones que se reducen cada vez más. Nuestro dinero puede escaparse rápidamente, no importa qué tan cuidadosamente lo protejamos. En tiempos así, necesitamos recordar el futuro que tenemos en la eternidad.
¿No es maravilloso saber que los cristianos tenemos una herencia en el cielo, que nunca se deprecia y que no puede ser robada? Nos fue dada cuando pusimos nuestra esperanza en Cristo, y nunca se nos quitará, porque está reservada y protegida para nosotros en el cielo. Algún día, cuando veamos a Jesús cara a cara, disfrutaremos de todas las riquezas de la gracia divina, y recibiremos nuestra plena herencia.
Pero, ¿sabía usted que cada día que vivimos en esta tierra tenemos la oportunidad de acrecentar esa herencia, invirtiendo en las cosas que el Señor valora y acredita a nuestra cuenta? A eso se refería el Señor Jesús cuando dijo: “Haceos tesoros en el cielo” (Mt 6.20). Cuando vivimos rectamente en obediencia a Dios, estamos acumulando buenas obras y aumentando nuestra herencia.
¿Está usted más preocupado por invertir en esta vida que en las riquezas eternas? Es fácil dejar que las exigencias y responsabilidades de cada día eclipsen la importancia de nuestra herencia eterna. Aparte tiempo cada día para reorientar su mente y su corazón, y comience así a guardar tesoros en el cielo.
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