Noviembre 30/Diciembre 1

Justicia y misericordia

Romanos 3.21-26

La condición pecaminosa de la humanidad nos plantea un dilema. ¿Cómo puede un Dios santo y justo perdonar nuestros pecados? Si Él nos trata solo en base a su justicia, todo ser humano sufriría el castigo eterno de su ira que merecen sus pecados. Pero si dispensara misericordia en vez de justicia, nadie pagaría el castigo por el pecado, y Dios dejaría de ser justo.

Solo había una manera para que el Señor pudiera permanecer fiel a su naturaleza y al mismo tiempo perdonar nuestros pecados. La solución era satisfacer su justicia derramando su ira sobre un sustituto. Entonces, el castigo por el pecado sería pagado, y Él estaría libre para ofrecer misericordia a los pecadores. Este es el único plan que adecua ambos aspectos de su naturaleza divina. Por eso, Cristo vino como nuestro sustituto; Él recibió el castigo por nuestro pecado, permitiéndonos experimentar la misericordia del Padre. Ahora, al poner su fe en Jesús, cualquier persona puede ser justificada, es decir, declarada legalmente justa.

El plan de salvación de Dios es tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo. Pero, al mismo tiempo, la complejidad de lo que pasó en el Calvario está mucho más allá de la comprensión humana. Aunque no somos capaces de entender plenamente lo que ocurrió allí, podemos saber que la cruz es la demostración más grande del amor de Dios por nosotros.

¿Puede usted imaginar lo que costó su salvación? El glorioso plan del Padre y del Hijo, son prueba del enorme valor que usted tiene a los ojos de Dios. Desde su perspectiva, usted es digno de todo el dolor y sufrimiento que fueron necesarios para garantizar su presencia eterna con Él en el cielo.

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