Noviembre 11

La unidad en la iglesia

Filipenses 2.1-2

Lamentablemente, todas las iglesias experimentan fracturas. Se dividen por cosas tan pequeñas como el tipo de música durante la adoración. Pablo señala que la unidad es fundamental para lograr nuestro propósito. Pero, ¿cómo hacerlo cuando surgen desacuerdos?

Todo depende de en qué consiste la diferencia de opinión. Las creencias fundamentales de la fe (por ejemplo, que Jesús es el inmaculado Hijo de Dios que murió por nuestros pecados y resucitó otra vez) no son negociables. Pero si la disputa tiene que ver con asuntos como el libre albedrío frente a la predestinación, discutir las diferencias en un espíritu de oración y amor es aceptable, pero los creyentes no deben dejar que ellas causen divisiones. En tales casos, es probable que el consenso deje a algunas personas decepcionadas con los resultados. Pero ambas partes deben estar dispuestas a aceptar las diferencias sin conflictos.

Hace algunos años, fui a predicar a una iglesia cuya congregación estaba dividida en familias. En esencia, eran como iglesias totalmente apartes. En vez de hablar de cuestiones secundarias, simplemente comencé a predicar la Palabra de Dios. Con el tiempo, personas que no se habían hablado unas a otras durante años comenzaron a juntarse. ¿Por qué razón? Porque la iglesia es el cuerpo de Jesucristo (Col 1.24), y por eso Él es el único que puede reconciliarnos.

Y aunque no podamos remediar con nuestras propias fuerzas las diferencias y los conflictos, debemos recordar que al sacrificar nuestros deseos por el bien de una iglesia unida, agradamos a Dios. La obediencia da mayor gozo que conseguir lo que uno quiere egoístamente.

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