Diciembre 25
PROVERBIOS 3.5, 6
Cuando acepté al Señor como Salvador de mi vida, tan solo tenía doce años de edad, por lo que no tenía claro cómo confiar en Él y obedecerle. Durante más de 70 años, el Señor ha estado enseñándome en su "Escuela de obediencia". El principio más básico que aprendí allí, es también la clave para tener madurez espiritual: Los cristianos debemos confiar en Dios.
Las personas no obedecen a un Dios en quien no confían. De hecho, yo diría que la rebeldía más grande es cuando un creyente dice: "Sé lo que dice el Señor, pero…". Cuando colocamos un "pero" al final de una promesa bíblica, estamos a punto de dar una excusa para desobedecer.
La lección fundamental para confiar en el Señor es reconocer su identidad. Dios es el Creador y el Soberano del universo (Sal 33; Sal 103.19.). Su carácter le impide hacer promesas que no cumplirá (Sal 89.34). Y sus antiguas leyes en la Biblia se aplican a la vida moderna, porque Él es el mismo ayer, hoy, y por los siglos (He 13.8).
Los hombres y mujeres que realmente creen que el Señor es quien dice ser, están dispuestos a rendirse a Él. Se consagrarán a obedecerle en todo, y después verán los resultados. (Obediencia = Bendición, mientras que Rebelión = Sufrimiento). Si usted necesita convencerse de que el principio de la confianza funciona, estudie las vidas de otros cristianos, entre ellos personajes de la Biblia como David y Pablo.
No podemos obedecer a Dios sobre la base de caso por caso. O confiamos y obedecemos, o no lo hacemos, el Soberano del universo nos invita a dejar que Él dirija nuestra senda. Puesto que Él tienen el control, ¿no es mejor caminar junto a Él, que rebelarnos contra su deseo de guiarnos por el camino correcto? Él es el mismo ayer, hoy, y por los siglos.
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