El propósito del sufrimiento
Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. Salmo 119:71
Después de pasar treinta y cinco años en una silla de ruedas a causa de un accidente que la dejó paralítica a los diecisiete años, Joni Eareckson Tada dijo: «Creo que todos queremos conocer a Cristo, que queremos conocer el poder de su resurrección. Aun así, no muchos queremos conocer la comunión de su sufrimiento, y nadie quiere ser como él en su muerte».
El apóstol Pablo dijo en Filipenses 3:10 que «llegar a ser semejante a él en su muerte» es la forma de conocer «el poder que se manifestó en su resurrección» y de «participar en sus sufrimientos». Somos conformados a su muerte muriendo a nuestra vieja naturaleza de pecado. ¡Y eso duele!
Dios, motivado por su objetivo de que lleguemos a parecernos a Jesús (Romanos 8:29), nos pone cara a cara con aquello que menos se parece a Cristo. Quizá sea nuestra impaciencia, nuestro enojo, nuestro amor por la comodidad, nuestro temor al futuro, nuestro deseo de hacer las cosas a nuestra manera. Morir a todas estas cosas es la única forma en que podremos parecernos a Cristo, cumpliendo así el plan supremo de Dios para nosotros. Si Dios le está mostrando, quizá por medio del dolor, algo que debe dejar atrás... ¡déjelo entonces!
El poder de Jesús y la comunión con él se concretan cuando aprendemos a aceptar el sufrimiento igual que lo aceptó Cristo.
© 2007 Editorial Vida (Dr. David Jeremiah)
Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. Salmo 119:71
Después de pasar treinta y cinco años en una silla de ruedas a causa de un accidente que la dejó paralítica a los diecisiete años, Joni Eareckson Tada dijo: «Creo que todos queremos conocer a Cristo, que queremos conocer el poder de su resurrección. Aun así, no muchos queremos conocer la comunión de su sufrimiento, y nadie quiere ser como él en su muerte».
El apóstol Pablo dijo en Filipenses 3:10 que «llegar a ser semejante a él en su muerte» es la forma de conocer «el poder que se manifestó en su resurrección» y de «participar en sus sufrimientos». Somos conformados a su muerte muriendo a nuestra vieja naturaleza de pecado. ¡Y eso duele!
Dios, motivado por su objetivo de que lleguemos a parecernos a Jesús (Romanos 8:29), nos pone cara a cara con aquello que menos se parece a Cristo. Quizá sea nuestra impaciencia, nuestro enojo, nuestro amor por la comodidad, nuestro temor al futuro, nuestro deseo de hacer las cosas a nuestra manera. Morir a todas estas cosas es la única forma en que podremos parecernos a Cristo, cumpliendo así el plan supremo de Dios para nosotros. Si Dios le está mostrando, quizá por medio del dolor, algo que debe dejar atrás... ¡déjelo entonces!
El poder de Jesús y la comunión con él se concretan cuando aprendemos a aceptar el sufrimiento igual que lo aceptó Cristo.
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