Una oración para cuando se sientas que el invierno no tiene fin
Escrito por Gregory Coles
“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (Eclesiastés 3: 1)
Querido Dios, ¿Por qué me cuesta tanto creer que se acerca la primavera?
Es una tontería dudarlo, lo sé. En todos los años que he visto pasar las estaciones, la primavera nunca me ha fallado, por muy tardía que pueda parecer. El sol siempre vuelve a casa después de unas largas vacaciones para derretir la nieve desolada. La hierba emerge, un poco marrón al principio, luego verde y llena de vida. Los pájaros regresan, haciendo nidos, silbando solos en un cielo azul cálido. No importa cuánto tiempo tarda, el invierno siempre llega a su fin.
Pero aunque sé que es verdad, aunque lo he presenciado año tras año, estoy luchando por creer en la primavera en este momento.
El mundo ha sido gris durante tanto tiempo que apenas recuerdo cómo se ve en color. Mis recuerdos de días más brillantes se han congelado en el frío, colgando como carámbanos fuera de su alcance. La esperanza es difícil de sostener con los dedos congelados.
¿Por qué es tan difícil para mí confiar en que cumplirás Tus promesas?
Mi desesperación durante el invierno es mucho mayor que el invierno mismo. Es la misma duda que me supera en cada temporada de dificultad, cada revés y dolor. No importa cuántas veces haya visto Tu fidelidad en el pasado, cada nuevo día oscuro me empuja hacia el borde de mi asiento. Aguanto la respiración, suspendida en suspenso, preguntándome si la gracia podría llegar esta vez.
Mi memoria es tan corta.
Hoy, Dios, no estoy pidiendo que la primavera llegue antes de tiempo. Solo te pido que me enseñes a aferrarme a una esperanza que se siente lejana.
Dame la gracia de la memoria. Recuérdame las innumerables formas, tanto grandes como pequeñas, en las que ya me has probado. Recuérdame que, aunque los tiempos desesperados han pasado como temporadas, nunca han sido el final de mi historia. Recuérdame el avance, la risa y la luz. Recuérdame cómo se siente la primavera.
Cuando el frío se haya hundido tanto en mis huesos que amenace con definirme, dame suficiente calor para soportarlo. Dame chimeneas crepitantes y sidra de manzana caliente y mantas para compartir con amigos. Dame palabras de aliento y abrazos en el momento justo. Dame nuevos recordatorios de Tu amor y gracia, pequeñas misericordias para sostenerme hasta que lleguen las misericordias más grandes.
Y luego, cuando llegue el momento, dame la primavera de nuevo.
Dame un corazón que se regocija en las delicias y las tristezas de cada año que pasa, un corazón que se calienta con cada invierno que soporta. Enséñame a creer en la primavera.
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Nota del editor: contenido tomado de “Una oración cuando parece que el invierno nunca terminará” de Gregory Coles. Puedes leer el artículo completo aquí. Todos los derechos reservados.