Una oración para que Dios sane una amistad quebrantada
Por Anne Dahlhauser
“Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportarlo; ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo; nosotros que juntos teníamos dulce comunión, que con la multitud andábamos en la casa de Dios.” Salmos 55:12-14
Los conflictos son suelo fértil en el que las relaciones pueden crecer más profundas.
Recientemente, tuve el don –sí, el don—de una temporada de comunicaciones afectadas con un amigo. Necesitábamos enfocarnos en completar una tarea juntos, pero veníamos a la mesa de trabajo sobrecargado con inseguridades, miedos y desconfianza. Mientras trabajábamos, los nervios sensibles se presionaban aún más y a tensión rozaba el punto de abandonar la tarea por completo.
Pero ninguno de nosotros tomó el camino a la salida, alabado sea el Señor. Nos quedamos y pisamos fuerte dando el beneficio de la duda.
Amigos, ¿y si el amor incondicional de Jesús –ese que asegura al inseguro, que sana a los desconfiados, que cubre la vergüenza, que tapa las heridas y te levanta años de equipaje –nace del dolor inducido por conflictos?
Levanta la bandera blanca. Escoge la gracia. Ignora la rampa de salida y quédate en ese suelo fértil y esperanzador de relaciones amorosas en la familia de Dios. Ninguna obra buena, embellecida con figuras y corazones, puede distraer a un padre celestial de la realidad de sus hijos dejando conflictos sin resolver. Por el bien de Su reino y Su voluntad, escojamos la gracia –incomoda, propia del sacrificio, que se traga el orgullo, gracia que soporta rayos.
Señor, hoy vengo a ti herida. Esta herida de un amigo es casi más de lo que puedo soportar. Me siento con el corazón todo, y quiero justicia. Señor, sé que la justicia no es mía para dar así que vengo a ti con las manos vacías. Acá está la amistad que me ha herido tanto. Señor, llévate está herida de mí, ayúdame a sentir tu paz y tu amor hacia mi ahora.
No quiero extender la gracia. Pero sé que has sido gracioso hacia mí –toda mi vida has derramado gracia sobre mi mientras he pecado en tu contra. Ayúdame a ser humilde. Ayúdame a ver mi papel. Ayúdame a dar gracia y amor a mi amigo.
Suaviza el corazón de mi amigo hacia mi ahora –deja que me devuelva gracia también.
En el nombre de Jesús, amén.
Porciones de este devocional fueron tomadas del artículo de Anne Dahlhauser, Por qué el conflicto a veces es la mejor cosa para las amistades. Puedes leer el artículo completo acá. Todos los derechos reservados.