Una oración por el autocontrol

por el Dr. Charles Stanley

Padre Celestial, vivimos en un mundo que nos alienta a complacernos en cada capricho, pero nos estás llamando a elevarnos por encima de nosotros. Por favor, enséñanos la virtud del autocontrol.

"Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, tolerancia, bondad, bondad, fidelidad, dulzura y autocontrol. Contra tales cosas no hay ley." – Gálatas 5:22-23

El libro de Jueces habla de un hombre llamado Sansón, que era tan fuerte que podía matar a un león con sus propias manos (14:5-6). Poseía una fuerza física sin igual para ningún ser humano. Pero esto no podía compensar su debilidad interior.

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Todos tenemos áreas de debilidad. Dios quiere que estos defectos de carácter nos muestren cuán totalmente dependientes somos de Él. Cuando los manejamos adecuadamente, nos llevan a una relación más profunda e íntima con el Señor. Pero la debilidad incontrolada causa estragos en la vida de una persona.

El talón de Aquiles de Sansón era una lujuria incontrolable. Aunque fue criado en un hogar piadoso y tuvo un claro llamamiento en la vida, cedió a sus deseos y violó deliberadamente la verdad que conocía tan bien. A pesar de las leyes nazis que prohíben la participación con mujeres extranjeras, Sansón persiguió a una ramera en Gaza (16:1). Más tarde, conoció a una mujer llamada Dalila, y aunque sus motivos eran descaradamente traicioneros, se entregó —corazón, mente y espíritu— a la indulgencia sexual. Estaba en tal cautiverio al pecado que finalmente le permitió dictar sus acciones, incluso a costa de su vida.

Antes de morir, Sansón lo perdió todo: su fuerza, su vista y su honor. El hombre que una vez dirigió su país se convirtió en esclavo de sus enemigos (vv. 18-25).

¿Cuál es tu debilidad? ¿Es la lujuria, la inseguridad, el miedo, la codicia, los chismes o el orgullo? Los defectos de personalidad pueden ser una poderosa motivación para bien o para mal, dependiendo de nuestra respuesta. Una proclividad al pecado puede arruinar tu vida, como lo hizo con la de Sansón, o llevarte a depender absolutamente de Dios. El resultado depende de ti.

Querido Señor, ayúdanos a conocernos a nosotros mismos. Enséñanos a reconocer nuestras debilidades y a trabajar para caminar en santidad. Arrepintámonos y sigamos en todas las cosas. Gracias por tu gracia y misericordia sin fin hacia nosotros cuando más lo necesitemos. Ayúdanos a confiar en ti con nuestras vidas. En el nombre de Jesús, Amén.

Nota del editor: La siguiente es una versión abreviada de "Debilidad no controlada" por el Dr. Charles Stanley. Para leer el devocional completo, ¡sigue este enlace!