Tema de la Semana: Encontrando a Dios

Tener encuentros constantes y transformadores con Dios mientras estamos en esta tierra es fundamental para la vida cristiana. Nuestro Dios no nos ha dejado abandonados. A través del sacrificio de Jesús hemos sido llenos con el mismo Espíritu de Dios que anhela revelarnos diariamente la cercanía y el amor de nuestro Padre celestial. Nunca estamos solos. No hay donde podamos huir de la presencia de nuestro Dios. Que esta semana esté llena de encuentros transformadores con el Dios vivo mientras aprendemos qué es buscar el rostro de quien nos ha formado, nos conoce y nos ama incondicionalmente.

Encontrando a Dios a través de su presencia

Pasaje Bíblico:“¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?”. Salmo 139:7

Devocional:

La presencia de Dios está totalmente disponible para nosotros por el sacrificio de Jesús, nuestro Cordero puro e inmaculado. Cuando nos convertimos en cristianos somos hechos totalmente nuevos. 2 Corintios 5:17 nos dice: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! Ahora podemos tener comunión con la presencia de Dios de una manera más cercana e íntima que cualquier otro pueblo de Dios antes de la venida de Cristo. Ahora podemos tener a Dios mismo morando dentro de nosotros, a su mismo Espíritu en comunión con el nuestro.

Efesios 5:18 dice: “No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu”. Ser lleno del Espíritu no es una sugerencia, es una orden. Nosotros como creyentes debemos estar continuamente llenos del Espíritu para poder acceder a la plenitud de la relación y de la vida que está disponible para nosotros. Necesitamos la presencia de Dios como peregrinos en esta tierra. Necesitamos el Espíritu de Dios que mora en nosotros para vivir los maravillosos y vivificantes mandamientos de las Escrituras. Necesitamos el Espíritu de Dios para experimentar la plenitud de la presencia de Dios a través del poderoso sacrificio de Jesús.

Ya ves, la presencia de Dios ya está aquí. El salmo 139:7-12 dice:

“¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría,
 ¡me sostendría tu mano derecha! Y, si dijera: ‘Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno mío’, ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!”.

No tienes que rogar tener una experiencia con Dios. Él no tiene que venir de lo alto a la tierra para que te encuentres con él. Todo lo que tenemos que hacer es silenciar nuestros corazones, alinearnos con la verdad de que Él está aquí, que está disponible y recibirlo. Dios nunca se impone sobre nosotros. Él nunca nos obliga, pero una vez que le abrimos nuestros corazones y le pedimos encontrarnos con él, él está dispuesto puede llenarnos con su presencia gloriosa. Está listo para hacernos conscientes de lo cerca que siempre ha estado de nosotros, más cerca que el aire que respiramos.

El Salmo 16:11 dice: “Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha”. Que puedas llegar a conocer en mayor medida la plenitud de gozo y placer que tienes a tu disposición en la presencia de tu Dios vivo y activo. Que cada vez seas más consciente de la cercanía y el amor incondicional del Espíritu Santo que habita dentro de ti. Que recibas la presencia de Dios a lo largo de tu día y que encuentres la alegría del Dios que dio su propia vida simplemente para que lo conozcas.

Guía de Oración:

1. Medita en la cercanía de la presencia de Dios. Permite que la Biblia te llene de deseo y fe para encontrarte con Dios hoy.

“¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría,
  ¡me sostendría tu mano derecha! Y, si dijera: ‘Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno mío’, ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!”. 
Salmo 139:7-12

“Y los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo”. Hechos 13:52

2. Tómate un minuto para calmar tu corazón y tu mente. Pídele al Espíritu Santo que te ayude a recibir la presencia de Dios. Toma nota de cualquier deseo que tengas en relación a si debes sentarte en silencio, adorar, leer u orar. Sigue cualquier deseo que tengas que te lleve a un encuentro con Dios.

“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!”. Salmo 46:10

3. Abre tu corazón y simplemente recibe la presencia del Dios que ya habita en ti. Pídele al Espíritu Santo que te haga percibir su presencia. Tómate un tiempo y descansa al encontrarte con el amor de Dios por ti.

“Y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. 1 Corintios 12:13

“Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha”. Salmo 16:11

En su libro The Furious Longing of God (El Anhelo Furioso de Dios), Brennan Manning describe un método de oración que me ha ayudado mucho a aprender qué es entrar en la presencia de Dios. Dice que hagamos esta sencilla oración: “Abba, yo te pertenezco”. Al inhalar, ora la palabra "Abba". Al exhalar, ora: “Yo te pertenezco”. Esta idea de respirar y orar es una increíble representación de lo que es recibir la presencia de Dios. Él está más cerca de nosotros que el mismo aliento que llena nuestros pulmones, y siempre responderá a nuestro deseo de estar llenos de él. Que esta práctica de la presencia de Dios aumente tu conciencia de cuán real es tu Dios y cuán cerca está de ti.

Lectura Complementaria: Salmo 16

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