13 de noviembre de 2024 ¿Cuál es la diferencia, Señor? |
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, Romanos 8:1 (NVI)
¿Algunas veces luchas con la culpabilidad? No estoy hablando de convicción de pecado, sino el tipo de culpabilidad más preocupante llamada “condenación”, la cual es una culpabilidad falsa para los creyentes en Jesús.
Almacenada en la caja de herramientas de nuestro enemigo, la condenación desea crear en nosotras, especialmente si somos "perfeccionistas", una angustia desesperada incluso después de confesar nuestros pecados.
La culpabilidad formó una gran parte de mi crianza religiosa. Me parecía casi un requisito. Cuando aprendí lo que era recibir la convicción del Espíritu Santo en lugar de condenación, me pareció confuso porque para mí se sentían igual.
Mis amigas me decían que estaba siendo demasiado dura conmigo misma, asegurándome que los pecados confesados y aquellos por los que me arrepiento son pecados perdonados. Me alentaron a memorizar Romanos 8:1: “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús”.
Pero todavía sentía el peso de la ansiedad después de arrepentirme en oración, así que comencé a buscar al Señor, preguntándole directamente: ¿cuál es la diferencia entre la condenación y la convicción?
Pedro y Judas vagaban en mi mente. Al pasar por sus momentos de mayor necesidad, ellos respondieron a Jesus de formas contrastantes. Ambos sufrieron después de sus pecados notorios al traicionar a Jesús. Pedro, sin embargo, experimentó una convicción verdadera. Se afligió intensamente. Pero había sido testigo de cómo Jesús extendía misericordia a los pecadores todos los días; y en última instancia, esto permitió que Pedro supiera que podía regresar a Jesús y recibir el perdón que tan desesperadamente necesitaba (Juan 21:16-19).
Judas, por otro lado, aparentemente mantuvo su distancia, permaneciendo al margen del ministerio de Jesús. Tal vez él mantuvo una relación más superficial que le impidió comprender verdaderamente el corazón misericordioso de Jesús. No podía imaginar que Jesús le ofreciera el perdón. Judas fue consumido por su pecado en lugar de por su Salvador. Su enfoque implacable en sí mismo y su culpabilidad agonizante le costaron la vida (Mateo 27:3-5).
A través de Pedro, vemos que la convicción nos lleva de vuelta a Jesús. Ofrece soluciones que resuenan en nuestros corazones para que pudiéramos dar los pasos adecuados hacia la reconciliación y la paz.
A través de Judas, vemos que la condenación nos aleja de Jesús, llenando nuestras mentes de acusaciones interminables y desesperanza. No ofrece soluciones y no conduce a nada más que a la desesperación.
El aprender a correr hacia Jesús con nuestros pecados en lugar de alejarnos de Él requiere tiempo y mucha práctica. Amiga, Jesús ya lo sabe todo. Podemos confiar en Su corazón y creer que no hay condenación para aquellos que le pertenecen.
Cuando nos sentimos culpables, podemos entrar sin obstáculos en el amor y la verdad de Jesús.
Correr
Unida a
La verdad
Profunda del
Amor
Si has estado luchando con una culpa falsa, espero que esto también te ayude.
Querido Padre, nuestros pecados son una carga demasiado pesada para que la carguemos, y mucho menos para que nos aferremos a ella. No permitas que hayan obstáculos al traer nuestros pecados a la Verdad de Tu amor, que nos alienta a simplemente ser honestas contigo. Ayúdanos a poner nuestros pecados ante Jesús y a encontrar descanso en la misericordia que Él nos dio a través de Su muerte. Su sacrificio perfecto en la cruz es, y siempre será, suficiente. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Gálatas 2:21, No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano». (NBLA)
2 Corintios 12:9a, Y Él me ha dicho: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad». (NBLA)
¿Alguna vez has considerado que cuando retenemos nuestros pecados del poderoso perdón de Jesús, podemos estar pensando que Su sufrimiento en la cruz no fue suficiente? Nunca queremos desestimar la cruz. Afortunadamente, podemos ser honestas con Jesús acerca de nuestros pensamientos y sentimientos cuando oramos.
Enfoquémonos en lo que Jesús ha hecho y recordemos que debido a que Su amor por nosotras es perfecto, ¡nosotras no tenemos que serlo! Pídele que te ayude a rendirte a Su amor, el cual tiene el poder de vencer tus debilidades y abolir todos los pecados que confiesas y de los que te arrepientes. Como el único y santo Hijo de Dios, Jesús pagó el precio extravagante necesario para llevarnos a casa con nuestro Padre celestial.
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