27 de septiembre de 2024 Cuando ir a la iglesia es muy doloroso |
Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: «¿Ves esta mujer? Lucas 7:44a (NBLA)
El día en que salí de la iglesia en medio de la Santa Cena, había estado sentada en un santuario lleno de gente, pero jamás me había sentido tan sola.
Por un momento titubeé, sentada en el borde del banco, mientras la angustia laceraba mi interior de tal manera que me dolía respirar. No puedo hacer esto. Mientras todos los demás participaban del pan y la copa, me levanté y me fui de allí.
Cuando hemos experimentado heridas espirituales, nos podemos sentir profundamente desorientadas. En esa mañana fría, mi mente aún no encontraba las palabras para expresar mi historia de dolor causada por la iglesia, pero mi cuerpo reaccionó. Esto ocurrió casi sin darme cuenta de lo que realmente estaba sucediendo: Mis pies me llevaron hacia la salida más cercana.
Tal vez hoy te encuentres en medio de una historia similar. Quizás vas rumbo a la salida de una iglesia… o de tu fe. A lo mejor estás en un periodo donde desenredas las perspectivas heredadas sobre Dios de Quien es el Dios verdadero. O tal vez ahora ves a Dios a través de heridas causadas por el rechazo de una comunidad de fe o del abuso de un líder. Cuando las manos que nos lastiman pertenecen a personas que proclaman fe en Jesús, podríamos llegar a pensar y sentir que Dios no es bueno.
Para mí, una de las preguntas más difíciles de responder no ha sido “¿existe Dios?”, sino “¿es bueno Dios?”.
Mientras he luchado con esta pregunta, una escena en la vida de Jesús me ha impactado. Es tan hermosa. Jesús estaba cenando con un fariseo llamado Simón, y “una mujer que era pecadora” entró a la casa de Simón con un frasco de perfume (Lucas 7:37, NBLA). Arrodillándose, ella ungió y lavó los pies de Jesús con su cabello.
Me cautiva este Jesús sentado a la mesa.
¿Quién era Él, que una mujer pecadora, expulsada por líderes religiosos como los fariseos, estuvo dispuesta a ir a la casa de Simón para estar en la presencia de Jesús y experimentar Su gracia?
Podemos imaginarnos el magnetismo atrayente de Jesús. Su calidez. Su compasión. Su dignidad. Él es cautivador y amable. Él es alguien en cuya presencia podemos sentirnos seguras, incluso en nuestro temor y vergüenza.
Cuando las acciones de la mujer fueron tratadas con desprecio farisaico, Jesús se giró hacia ella. Le preguntó a Simón, «¿Ves esta mujer?» (Lucas 7:44a).
Con tres palabras, Jesús le dio la espalda a la religiosidad vacía y se enfocó en lo vulnerable. Él se distanció del poder de un fariseo para estar con una mujer que se sentía diminuta. Allí, esta mujer vio su dolor y su esperanza sostenidas en las manos tiernas de Cristo.
Nunca estás sola en el desierto de tus heridas.Jesús es Aquel que fue herido, quien “llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz… por Sus heridas fueron ustedes sanados” (1 Pedro 2:24, NBLA). Él te ve. Cuando el orar se siente imposible, La presencia de Dios sin palabras aún puede susurrar la verdad de que Él sigue contigo.
Querido Dios, estoy lastimada y asustada. Ayúdame a recordar que no necesito protegerme de Ti. Tu guías con amor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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A Dios le importan tus emociones. En su libro Ordena tus emociones, Jennie Allen comparte cómo ella ha aprendido a escuchar lo que las emociones tratan de decirle, y cómo descubrió una verdad que cambió todo: los sentimientos no están para ser arreglados, sino para ser sentidos. Tienen la misión de conectarnos con nosotras mismas, con los demás, y con Dios de una manera más profunda de lo que podemos imaginar.
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PROFUNDICEMOS
Salmo 91:4, Con sus plumas te cubrirá y con sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección. (NTV)
La iglesia debería ser el lugar más seguro para nosotras. A veces no lo es. Sin embargo, ¿cómo podría el Dios del Salmo 91 y de Lucas 7 traer sanidad a nuestras heridas espirituales?
¿Alguna vez has pensado que necesitas protegerte de Dios? ¿Qué pensamientos o emociones surgen cuando meditas en la postura tierna y protectora de Jesús hacia la mujer en Lucas 7?
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