 | 9 de enero de 2023 Cuando no se realizan nuestros sueños |
Una sola cosa pido al SEÑOR y es lo único que persigo: habitar en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida… Salmo 27:4a (NVI)
Tomando el autobús que baja hacia la ciudad, me bajé en Port Authority cerca de Columbus Circle y caminé hacia la Torre Hearst en medio Manhattan. Tenía entrevistas con la revista Seventeen y vi mi futuro pasar delante de mis ojos: una gran editora, recién graduada de la universidad, viviendo y trabajando en la ciudad de mis sueños, Nueva York, la ciudad cuya periferia me vio nacer, donde mis padres una vez trabajaron y alcanzaron sus sueños.
Pero años atrás, ese sueño murió rápidamente, cuando la cuidadora de mi hermano mayor renunció de repente. Entregó su carta, diciendo que simplemente era hora de dar su aviso. Y así, tuve que abandonar mi sueño y me convertí en la cuidadora de mi hermano.
Con el tiempo, aquello llegó a convertirse en la temporada más mágica y gratificante de mi vida. ¿Pero al comienzo? Habiendo renunciado a mi sueño, me sentía quebrantada y cansada.
¿Cómo miramos a la inmensidad de nuestras vidas y reconocemos los sueños que han muerto?¿Cómo descubrimos nuestro propósito cuando el camino que hemos dejado atrás y el que tenemos por delante está pintado de dolor, cuando los trabajos no resultan, cuando las decisiones de nuestros hijos terminan siendo diferentes a las que esperábamos, cuando los matrimonios fracasan y cuando las oraciones no obtienen respuesta?
En esta temporada, incluso en este año nuevo, mientras que me encuentro enfrentando (de nuevo) la muerte de más sueños de los que puedo contar, no puedo evitar reflexionar en este versículo de la Biblia:
Una sola cosa pido al SEÑOR y es lo único que persigo: habitar en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida… (Salmos 27:4).
Lo cierto es que los sueños muertos dan una nueva dirección a nuestras vidas, pero no existe riesgo alguno cuando acudimos a Dios. Incluso cuando mueren los sueños, la vida nos lleva por desvíos y los anhelos se convierten en derrotas, con Él no hay posibilidad ni ningún riesgo de que Él fallará. Dios siempre tiene lo mejor para nosotras aún cuando nuestros sueños no se hacen realidad.
No puedo decirte que al final todos tus sueños se harán realidad, ni tampoco puedo decirte que deberías aferrarte a cada sueño hasta el último momento. Lo que sí puedo decirte, es que puedes aferrarte a Jesús. En este año nuevo, aunque muchos sueños, necesidades y deseos demanden de nuestros corazones, pase lo que pase, que Él sea el Único que busquemos por encima del resto. El Único en el que confiamos siempre va a satisfacer.
Dios, en Tu presencia hay seguridad para lamentarnos de todo a lo que renunciamos. En Tu presencia, hay espacio para dejar caer las lágrimas. Sostennos aun cuando dejamos trabajos hastiadas. Guíanos incluso cuando los sueños se posterguen. Llévanos a anhelarte siempre y solamente a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
Adaptado del nuevo libro de Rachel, The Matter of Little Losses: Finding Grace to Grieve the Big (and Small) Things.
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Isaías 49:23, …Sabrás entonces que yo soy el SEÑOR y que no quedarán avergonzados los que en mí confían». (NVI)
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