Shirlee Abbott

7 de enero de 2025

Deja que Dios haga tus planes
SHIRLEE ABBOTT

Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó, y subió a la casa del SEÑOR y la extendió delante del SEÑOR. 2 Reyes 19:14 (NBLA)

Antes del correo electrónico e Internet, yo era una estudiante de cuarto año de secundaria que coleccionaba folletos y catálogos universitarios impresos y los guardaba en una caja de cartón. Después de clasificar el contenido y seleccionar las posibilidades más factibles, mis padres y yo hicimos algunas visitas. Entonces tomé una decisión final y le pedí a Dios que bendijera mi plan.

Una vez instalada en el campus, sentí que mi decisión, aunque no exactamente errónea, quizás no era del todo correcta. Ahora, siendo más sabia, sé que ese presentimiento era el susurro del Espíritu Santo. En aquel entonces, no lo entendía, pero ese sentimiento incómodo me hizo volver a la caja de cartón. Elegí otra universidad para el siguiente año.

Si no me hubiera transferido en aquel entonces, no estaría donde me encuentro ahora, no por el plan de estudios, sino por las personas en mi nueva universidad. Una compañera de dormitorio me invitó a un estudio bíblico, donde conocí a personas que no pedían a Dios que bendijera sus planes; le pedían a Dios que hiciera sus planes.

En el Antiguo Testamento, encontramos unos reyes, sacerdotes y profetas quienes pidieron al Señor que hiciera sus planes. Llevaron sus asuntos al Lugar Santo en el templo y oraron, ¿qué debemos hacer? Mira como ejemplo el versículo clave de hoy:

Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó, y subió a la casa del SEÑOR y la extendió delante del SEÑOR (2 Reyes 19:14).

Cuando los asirios poderosos estaban en camino para destruir a Jerusalén, el rey Ezequías recibió una carta amenazante. El mensaje decía que nada podría evitar la destrucción venidera, ni siquiera Dios. Ezequías oró, ¿qué debemos hacer? La respuesta llegó por medio del profeta Isaías (lo puedes leer en 2 Reyes 19:20-37): Dios tenía un plan de batalla mucho mejor que cualquier cosa que Ezequías hubiera elegido.

Si lo hubiera hecho como Ezequías, habría ordenado mi caja de catálogos con oración en la presencia de Dios. En lugar de eso, resolví el problema a mi manera, usando mi sabiduría mundana y luego le pedí a Dios Su sello de aprobación.

Dios vio más allá de las ofertas académicas, los cursos y costos a lo que yo no podía ver: relaciones, experiencias y crecimiento espiritual. Dios pudo haberme guiado a través de un consejero piadoso (como lo era Isaías para Ezequías). Él pudo haber usado las circunstancias pero al final, Él obró por medio de Su empujón en mi corazón.

Hasta el día de hoy, no sé si mi primer año en la universidad era el plan original de Dios o mi error. En cualquier caso, aprendí una lección de vida que me ha servido más que cualquier título universitario.

Cuando te enfrentas a una elección difícil, suele ser de ayuda hacer una lista de las opciones y considerar cuidadosamente los pros y los contras. Pero hagámoslo con oración, invitando al Señor a tomar la decisión poniéndola ante Él y pidiendo Su guía.

Señor Dios, enséñame a llevar mis preocupaciones a Ti primero, a extenderlas ante Tu trono y pedir no solo por Tu bendición, sino Tu dirección también. Haz mis planes. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Santiago 1:5, Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (NBLA)

Proverbios 3:5-6, Confía en el SEÑOR con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. (NTV)

¿En qué problemas o planes estás trabajando ahora mismo? Llévalos a tu espacio de oración y pregúntate: ¿qué debo hacer, Señor? Deja que Dios haga tus planes.

¡Nos encantaría conocer tus pensamientos en los comentarios!

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