6 de noviembre de 2024 Lanzarse a lo profundo |
… si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Mateo 18:3 (NBLA)
Mientras me relajaba junto a la piscina comunitaria, vi a una niña pequeña, de unos 8 años, que se subía a los hombros de su papá para lanzarse al agua. Habían estado haciendo esto durante unos minutos en mi periferia, pero sentí un remolino de emociones mientras me detuve para observar los detalles.
Otros tres niños se empujaban, tratando de conseguir su turno. Ella no les prestó atención. Su mirada estaba centrada en su papá. Desde mi punto de vista, no vi ninguna vacilación ni detecté ningún miedo. Su rostro irradiaba puro deleite ante la oportunidad especial.
Estaba claro que ella confiaba en su papá. Sabía nadar. Y ya lo había hecho antes. No se inmutó por los demás que se agolpaban a su alrededor.
Papá le sujetó los pies hasta que estuvo estable, y luego se lanzó con todo su cuerpo, totalmente comprometida. Me pregunté si parte de su confianza provenía de saber que él estaba a su alcance. Su mirada estaba sobre ella mientras caía en el agua con un gran chapuzón antes de volverse hacia el siguiente niño que esperaba.
En un instante, la escena me desafió profundamente.
Había estado enfrentando un nuevo lanzamiento propio, con temor e inquietud.
Durante la mayor parte de mi carrera, me había centrado en un área, utilizando habilidades familiares. Pero el Señor me estaba llamando a un espacio para aprender un nuevo oficio. Adquirir habilidades nuevas exige el sacrificio de tiempo, energía y otras iniciativas. La posibilidad del porvenir era incómoda y, francamente, abrumadora.
Mi lanzamiento se había estancado… Tal vez te sientas identificada.
Cuando creemos que Dios nos está llamando a un nuevo camino, puede estar plagado de obstáculos, algunos de los cuales nosotras mismas creamos.
Sin embargo, como dice Jesús en nuestro versículo clave: “… si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).
Tal vez yo haya dudado en subirme a los hombros seguros de un buen Padre que puede lanzarme a lo profundo. Él sabe que puedo nadar. Este no es mi primer salto. Ya lo hemos hecho juntos antes. Al igual que el padre en la piscina, Él me tomará de las manos mientras subo, y no soltará mis pies hasta que esté lista. Siento Su invitación a dejar de vadear en las aguas bajas, y en su lugar a subir y seguir adelante.
Cuando nos aventuramos en lo profundo, podemos saber que la mirada de Dios está sobre nosotras. Como esa niña, podemos trepar y saltar. El miedo puede ser reemplazado por la anticipación alegre de lo que nos espera.
¿No es así Su historia?
Padre Celestial, gracias por invitarme a probar cosas nuevas e ir a lugares nuevos contigo. A veces da miedo, pero sé que hay deleite por delante en la historia que estás escribiendo. ¡Por fe, estoy lista para lanzarme! Estoy agradecida de que Tu mirada esté sobre mí. Ayúdame a recibir buenos regalos de Tus manos firmes. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Isaías 43:1-2, Mas ahora, así dice el SEÑOR tu Creador, oh Jacob, Y el que te formó, oh Israel: «No temas, porque Yo te he redimido, Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú. Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, Y si por los ríos, no te cubrirán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, Ni la llama te abrasará. (NBLA)
Nuestro Padre celestial nos invita continuamente a nuevas aventuras con Él. ¿A dónde te invita hoy?
¿Qué te ha impedido subirte a Sus hombros y lanzarte a lo profundo? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!
© 2024 por Jenni Lord. Todos los derechos reservados.
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